sábado, 24 de julio de 2010

A VECES NOS PASAN COSAS

Las reuniones semanales de los amigos siguen su curso. Cuatro somos los compinches, que cimentamos ese sentimiento de amistad, reuniéndonos y conservando la tradición y el orden.
Debido a las diferentes personalidades y características de cada uno nos autodenominamos los mosqueteros.

Cada uno de esos encuentros se completaba con una reunión gastronómica. Esta vez el menú serían unas lentejas.

Así que los 750 gramos de lentejas, una cebolla, unos 200 gramos de una panceta ahumada, un chorizo colorado, una olla de caldo y el resto de los condimentos, se lucían sobre la mesada a la espera de otorgarnos una fiesta.

Hoy tendría que cocinar Juan y su ayudante sería Tono. Delantal sobre su cintura puso manos a la obra.

El ruido de la cacerola no se hizo esperar, el olor empezó a invadir el lugar, mientras tanto las conversaciones del día versaban sobre los temas acostumbrados, fútbol, política, marcha del país y la vida familiar.

Había pasado una hora y media, los platos ordenados al igual que el resto de la vajilla sobre la mesa y todos los comensales expectantes esperaban las lentejas que en unos cuencos serían servidas.

Luego de las masas secas y una copa de champagne, la reunión gastronómica quedó finiquitada.
Así que Lucho recordó el condimento adicional contar una historia o experiencia que nos hubiera llamado la atención.

En esta oportunidad el que estaría en el centro de la escena y contaría su historia seria José.

Todos nos dispusimos a escuchar que cosas tenia que decirnos.

… Su relato comenzó con una lacónica frase: “Ésta historia es muy fuerte y delicada”. Esa presentación nos llamó un tanto la atención.

… Que insospechados son los caminos por los que he transitado últimamente. Esta es una historia real, igual supongo a muchas, pero muy diferente para mí pues soy parte y actor principal de esta obra.

… Hace unos días, estaba en mi consultorio cuando recibí una llamada. La voz de un hombre con voz entrecortada y que denotaba timidez, me pidió tener una reunión, con el fin, según dijo, tratar un tema de orden estrictamente particular.

… La forma y educación de su pedido me hizo aceptar el convite, así que quedamos en encontrarnos en mi consultorio al otro día.

… Cavilaba sobre qué cosa tendría que decirme y por otra parte no sabia si había hecho bien al aceptar la entrevista, pero en mi interior había una fuerza superior que me llevaba, sin saber porqué, a aceptar su pedido.

… Llegó el día y un joven se me presentó; era un colega médico cuya especialidad era cirugía. Esta situación hasta entonces desconocida me tranquilizó. Su aspecto era de un hombre educado y fino, vestía un traje claro, una camisa al tono y al comenzar las presentaciones lógicas de rigor, noté su voz entrecortada.

Mi nombre es Pedro y el motivo de mi visita obedece a que mi esposa, quiere conocerlo, pues ella es su hija. Esas palabras fueron una bomba. Por un instante el silencio se adueño de ambos. Lo miré fijamente apelando a ver en su mirada el complemento de la veracidad de lo que me había anunciado y le hice repetir nuevamente lo que me decía.

Por un instante no sabía que hacer, ni que decir. Solo atiné a sentarme en mi sillón. Imaginé mi cara, seguramente que una muestra de angustia y sorpresa me había desfigurado el rostro. Lo miré con la incredulidad que esa impactante noticia tenía.

Mis primeros pensamientos fueron sobre cuando y como había sucedido, quien sería su madre cual era su nombre, cuantos años tenía, como sería, y sobre todo si esa persona desconocida que estaba enfrente mió decía la verdad.

Traté de tranquilizarme, de entrar en una conversación acorde con la noticia. ¿Mi primera pregunta fue, cuantos años tiene y como se llama? Tiene 32 años y se llama Adela.

Luego de tal precisa contestación quería debelar sobre un pasado oculto durante tantos años, sobre quien sería la madre, pues según las fechas yo tendría algo mas de veinte años.

Mi cabeza era una suerte de rompecabezas, la vista se me había nublado y padecía de una migraña insoportable.

Continuó recordándome que su presencia obedecía a que Adela, quería conocerme. Si bien no sabia sobre la veracidad de lo que me estaba comentando era tan grande la intriga que no dude, así que le dije que yo también, saber que había sido de una vida que si bien supuse a ésta altura de los acontecimientos era de la misma sangre, se me presentaba como una desconocida.

Le di el número de mi teléfono móvil y quedamos que ni bien ella estuviera dispuesta, yo quedaba a su disposición para encontrarnos, conocernos y charlar sobre nuestras vidas.

Esa noche no pude dormir, cosas borrosas sobre los encuentros sexuales juveniles fueron repasados incorporando personajes y situaciones ya olvidados, tratando de imaginarme quien sería su madre, pues pese a preguntárselo Pedro no quiso revelar, pues según él, Adela, quería decírmelo.

A esta altura del relato de José, ninguno de nosotros podía creer lo que estábamos escuchando.
Lo conocíamos muy bien, sabíamos de sus sentimientos, cómo ha sido su dedicación con los tres hijos varones que la vida le regaló, así que sin decirlo entendimos sobre el difícil momento que estaba pasando.

Nadie hizo preguntas, creímos en ese momento, que lo mejor sería estar en silencio para que continúe su relato, y así prestarle nuestras orejas para que se descargue. Luego de un instante de incertidumbre y asombro, continuó con su relato.

… Al otro día por la tarde sonó el celular, y una voz femenina me dijo. Hola José, soy Adela y es mi deseo conocerte.

Inmediatamente acepté. Con voz entrecortada le dije, cuando tú quieras, aunque interiormente yo quería procurar que el encuentro sea de inmediato, para poder develar todas las incógnitas que a esta altura me estaban torturando.

Que buscaba Adela luego de tantos años, un padre idealizado, el reproche por el abandono, un pedido de su madre o ya como una persona mayor el conocernos aventar la negativa materna de tantos años.

De todas maneras quedamos en encontrarnos al día siguiente en mi consultorio, pues el lugar le quedaba cómodo y de paso a su casa. Yo bien sabía que esa espera sería eterna.

Esa noche las preguntas me invadieron, ¿Porque la madre nunca me había dicho nada?, ¿Quién era la madre?, ¿Cuando había sucedido?, ¿Cuando y como se lo diría mi esposa y a mis hijos, cuál sería la actitud que cada uno tomaría al enterarse? ¿Como y cuando les comentaría a mis hermanos? ¿Como recibiría la noticia mi madre próximo a cumplir 84 años?, entre tantas otras cosas.

Esa mañana me levante más temprano que lo habitual, no podía mirar a nadie a la cara, esa sensación de impotencia, angustia, vergüenza me oprimía el pecho, seguía cavilando sobre si mis afectos creerían que durante tantos años yo no hubiese estado enterado.

Las horas iban pasando. Cada minuto era una tortura, a cada rato miraba el reloj esperando el tan ansiado encuentro, que se produciría recién a las 4,30 de la tarde de ese miércoles 23 de abril.

Por fin el timbre sonó, me levante del sillón, tropecé torpemente con la pata del escritorio, casi me caigo; mis manos estaban mojadas y las piernas me temblaban.

Antes de abrir, inspiré hondo, traté de serenarme para no ofrecer una patética imagen. Abrí la puerta y allí estaba.

Hola José soy Adela, se acercó y me dio un fuerte abrazo y un beso, ello fue suficiente para saber que esa persona que estaba enfrente era mi hija.

Esas primeras miradas a los ojos, sin emitir sonidos, tuvieron el contenido de años de no saber nada de su vida.

Debo primero confesarte que yo siempre supe de tu existencia, a escondidas fui siguiendo tu vida espiando el camino que ibas recorriendo pero nunca me anime a acercarme, es por ello que envié a Pedro a que produjera este encuentro así que bueno acá estoy es hora que nos empecemos a conocer y ver si tenemos la capacidad de recuperar no el pasado pero si la posibilidad de compartir juntos el futuro.

No fue un encuentro lloroso, al contrario fue un encuentro cargado de ilusiones. Ambos habíamos cruzado el puente de la angustia, sin reproches por el de la esperanza.

El aspecto juvenil me fascinó, ¿cuando naciste? un 28 de noviembre, casi somos del mismo signo torpemente le dije.

Ella asintió con su cabeza sin expresar nada,… soy Oftalmóloga y desde hace 10 años estoy casada, con Pedro, pero aun no eres abuelo.

Al igual que tú soy médica y perito en los juicios, las coincidencias genéticas parecían comenzar a jugar un papel inesperado.

La cara y su sonrisa me dieron ánimo y pese a no conocernos, había una suerte de complacencia y placer por el encuentro.

A esta altura me develó el secreto de su madre. Era Juana, una compañera con la habíamos mantenido una corta relación, en los últimos años de la facultad, cuando cursamos la misma materia.

La decisión de mantener oculto el embarazo tal vez por una incidencia de esos tiempos ella eligió ese camino. Eran otros momentos y sus padres la apoyaron y cubriendo sus necesidades.
Estábamos fascinados y absortos por la noticia y el relato de José, así que procuramos un paréntesis. El baño fue la excusa, nos levantamos y estiramos las piernas entumecidas por la noticia.

Mientras esto sucedía me puse a pensar sobre el concepto de la felicidad, y que diferente es para las personas. Mientras algunas arriesgan la vida para vencer la montaña a otros esa misma situación les produce pánico.

No se porque se me representaron esos rugbiers uruguayos cuando el avión cayó en la cordillera y pese a todo algunos supieron y pudieron sobreponerse a una situación bien complicada que nunca habían imaginado.

Así pensaba que era el tránsito en estos momentos de la vida de José y que como los rugbiers, sortearía con seguridad. Pasado el paréntesis obligado y técnico, nos dispusimos a seguir escuchándolo.

El paréntesis, puso fin a la historia, la que concluyó diciéndonos: el domingo fue el día del padre y al encontrarnos para festejarlo ha sido el puntapié para recuperar los tiempos del olor a lluvia, la primera muñeca o el estar ausente al recibir el diploma en la facultad, entre tantas otras.

Así como verán, últimamente me han pasado cosas fuertes pero creo que cuando hay buena voluntad y sangre de por medio se pueden solucionar en la superficie, pero sigo preguntándome como será el futuro, y de como será ese fondo interior que pocas veces suele salir a la luz.

Terminado la historia ninguno emitió sonido alguno, la noticia nos había asombrado y abrumado pero había llegado la hora de despedirnos, y así lo hicimos.

Al llegar a casa repasé mentalmente lo que había sucedido y entonces, recordé a Don Miguel de Unamuno, cuando dice: “Hay que olvidar para vivir. Hay que hacer un hueco, para lo venidero. “El alma de los seres humanos es muy pequeña, si la vamos llenando de rencores, la tendremos siempre llena y no podrá surgir de ella ni un solo acto de amor.

¿Estas Alli?


LA VIDA Y LAS CIRCUNSTANCIAS
ASÍ COMO NOS HA ENCONTRADO,
EN ALGÚN MOMENTO NOS SEPARARÁ.
SOLO HAY ALGUNOS MOMENTOS FELICES,
LA FELICIDAD NO ES ETERNA,
ASÍ QUE HAY QUE APROVECHARLA
CUANDO LLEGA


Siempre había soñado en poder construir un pequeño hotel o unas cabañas, para vivir de otra manera y salir del stress que me producía la gran ciudad. Interiormente me decía soy humano puedo cambiar.


Con ese objetivo visite por primera vez un pueblito serrano denominado San Javier, al pie del Champaquí, un cerro de algo más de 2.700 metros, el más alto, de la Provincia de Córdoba.
Tanto me agradó la zona, que decidí investigar con el fin de invertir en una fracción de tierra y poder concretar ese sueño.


Como típico pueblo serrano detenido en el tiempo presentaba su plaza principal, con una frondosa arboleda y en el centro una aljibe originario de los primeros pobladores, la iglesia y un almacén de ramos generales que aún mantenía el palenque en donde los paisanos amarraban los caballos cuando bajaban de las sierras en busca de alimentos y algún trago.


Busque referencias, me acerque a gente del lugar para averiguar cuáles eran los precios que se manejaban y me contacté con el propietario de una inmobiliaria, con el cual quedamos al otro día salir a ver diferentes propuestas.


Al tocar las ocho, el sol ya estaba presente. Sentí una rara sensación como que febo me estaba abrazando, aún cuando a lo lejos unas nubes grisadas prepoteaban detrás de las montañas con una de esas lluvias de verano.


José, el propietario de la inmobiliaria me pasó a buscar pasadas las 9 de la mañana y comenzamos con el itinerario.


Era un hombre alto, con unos inmensos bigotes, el color de su cara rosada contrastaba con un sombrero de ala ancha oscuro, un pañuelo anudado al cuello azul que combinaba con una camisa de color celeste claro, unos pantalones tipo bombachas de gaucho y unos zapatones con suela de goma negros impecables, típico atuendo de los hombres de campo, gauchazo y simple por naturaleza.


El recorrido propuesto era un tanto extenso, pero me venía muy bien para posicionarse y tomar alguna decisión. Así que termo y mate en mano nos dispusimos a emprender el itinerario.
Variados resultados acompañaron aquel derrotero. Desde los muy interesados en vender, a otros mas reacios, que contrastaban con la actitud de José que no quería perder la oportunidad de generar una venta.


Al atardecer cuando el sol se escondía detrás de las montañas, dimos por finalizada la búsqueda.
José me pidió entonces que lo acompañara a entregar una encomienda en un campo cercano y accedí con gusto.
Al llegar nos recibió una señora. Luego del protocolo de las presentaciones, me enteré de su nombre: “Penélope”.


Por su tonada particular, le pregunté sobre su origen, soy Peruana contestó, pero hace mucho tiempo que ando por estos pagos.


Comenzamos a hablar como si fuéramos viejos conocidos, es que el lugar y las circunstancias daban para ello. El mate fue el complemento y la razón de la invitación a compartir un almuerzo al día siguiente.


A fin de cumplir con el compromiso, me levanté temprano, luego de afeitarme y asearme me vestí con buenas ropas con el fin de dar una grata impresión.


Llegue hasta el centro del pequeño poblado, compré un postre, helado de variados gustos, pues según dicen las buenas costumbres, no llegar con las manos vacías.
Al arribar Penélope me hizo pasar a la casa.


En un sillón un señor estaba leyendo un libro. El es Juan Manuel, mi amorcito. Comenzamos a charlar y me invitaron con unos mates.


Eran una bella y distinguida pareja, de esas que da gusto sentarse a escucharlos. Me hicieron sentar al costado de una estufa a leña, enfrente de un sillón de estilo francés donde ellos se ubicaron.


Siempre nos sentamos aquí, me dijo, mientras se acomodaba la peineta entre los bucles de su pelo rubio ondulado, y me observaba con sus ojos verdes claros que parecían dos luceros.


Lo compramos en una subasta de usados hace muchos años. Fue nuestra primera adquisición en pareja, es por ello que le tenemos un gran cariño.


Se miraron de manera cómplice y ambos rieron recordando la discusión que habían mantenido en aquella oportunidad sobre el color del gobelino con la que finalmente lo tapizaron.


Había llegado el presagio del día anterior, una tormenta se apropió de nuestra atención. Observábamos por un amplio ventanal la lluvia, que picoteaba la ladera de la montaña, esas lluvias de verano de las que hacen globitos sobre el piso, intensas que muy bien le venía a las plantas, en especial a la huerta, y el olor característico de la tierra cuando recibe una caricia del cielo.


Así comenzó ésta historia, tal vez por casualidad o por capricho del tiempo. Casi todas las tardes nos sentamos en éste sillón a conversar, dijo sonriente Penélope.


Me llamaron la atención sus miradas picaras y sus gestos cómplices, como invitándome a participar de un estado idílico que solo recordaba haber transitado cuando era pequeño en algún libro de fantasías de Disney. El lugar parecía mágico, un cuento de hadas.


El olor que provenía de la cocina era intenso y delicioso que me hizo recordar la cocina de mi abuela.


En un momento me sentí ajeno e ignorante de ese mundo mágico que habían creado. Era apenas un espectador privilegiado participando de sus mundos.


Así que con la idea de saber como le habían dado vida a ese mundo de sentimientos pregunte ¿cómo se habían conocido’ y ¿cómo lo lograron? – Inmediatamente me contestó Juan Manuel, no dejando que el cerebro interfiera con el corazón.


Como era previsible, Penélope tomo la palabra. Fue un 30 de enero cuando nos conocimos por casualidad. Juan Manuel, caminaba por el mundo solo en busca de su destino. En fin estaba en ese peligroso período de quedarse “solo con sus ideas”.


Me llamaba poderosamente la atención la expresión Penélope, cuando hablaba de él. Se transformaba, una amplia sonrisa la invadía. Me hacía acordar a esas parejitas de novios que recién se conocen.


El ruido avisó que el agua del último mate se había terminado. Así que Penélope se disculpó y fue a la cocina a terminar el almuerzo.


Juan Manuel aprovechando ese momento siguió con el relato. Un día viernes de verano, y la inesperada invitación de un amigo me sacó de mi rutina.


Pese a no decírselo, valoraba mucho la actitud de éste amigo, que gastaba su tiempo procurando que yo encontrara a alguien con quien compartir éste espacio de mi vida.


Las casualidades, hicieron que en la mesa contigua, se encontrara un grupo de jóvenes mujeres, que al igual que nosotros, habían decidido pasar un rato agradable.


Me llamó la atención una atractiva rubia de pelo ensortijado, con una amplia sonrisa y unos grandes y vivaces ojos claros.


Luego de cenar la música hizo lo suyo y la invitara a bailar, y así seguimos hasta bien entrada la noche. Algo nos estaba pasando, complacientes miradas e insinuaciones, hasta la paz que nos transmitíamos, hicieron lo suyo, me acerque y le di el primer beso.


Fue tanta la atracción que ambos decidimos ver amanecer juntos por primera vez. Las charlas fruto de saber quiera era cada uno fue progresando.


Así que yo empecé como forma de seducirla, con algunas cosas que recordaba de haber estudiado sobre su Patria y hasta me animé a recitarle la letra de “La flor de la Canela”, de Chabuca Grande, cuando dice, déjame que te cuente limeña, déjame que te diga la gloria del ensueño que evoca la memoria del viejo puente, del río y la alameda y para no quedar excluido de las recordaciones ensayé una suerte de presentación del tema Fina estampa", cuando dice caballero de fina estampa, como si era eso lo que tenía que para ofrecer.


Juan Manuel era un compilado de esos primeros momentos, como el recordarlo lo regresaba al inicio de la relación. La montaña siempre había sido su debilidad, y llegar a los picos escarpados en la cúspide de los Andes, era un desafío y un sueño a cumplir
Pero sobre todo Juan Manuel siempre había soñado con conocer Machu Picchu, la ciudad perdida de los Incas.


Había estudiado los templos, su construcción en granito, los acueductos, las fuentes, las tumbas, las terrazas, la cantidad y variedad de las escaleras en definitiva su espléndida arquitectura, sus muros inclinados que por más de setecientos años se mantuvieron en un casi secreto hasta que en el año 1911 Hiram Bingham, lo descubrió, asombrando a el mundo.


Imaginaba transitar por el impresionante escenario, llegando por el sendero del inca, tratar de entender, el porqué se construyó allí, imaginaba si fuerzas extraterrestres habían colaborado y el porqué tan importante civilización había desaparecido y entender el lugar y porque de aquellas historias de las mujeres elegidas. De regreso Penélope nos invitaba a pasar a la mesa.


Entonces Juan Manuel le preguntó si era ella “la mujer elegida”, ella lo miró con cara de sorpresa, no se esperaba esa pregunta, pero no supo que contestar, lo miró y desparramo una gran sonrisa, como presagiando que aun seguía enamorada.


La charla y los momentos eran de lo más informales y espontáneos y enriquecían el encuentro.
Sobre la mesa unos hermosos cuencos estaban esperando hincarles los dientes.


Nos esperaba la Carapulcra una típica comida peruana a base de papa, carnes de cerdo y pollo, ají, cebolla, maní tostado y molido, clavo de olor entre otras cosas que resultó una exquisitez, luego nos trajo un plato que llamó Cau-Cau, cuya base era el mondongo y el cilantro entre otras cosas que competía por llevarse el título con el anterior manjar.


En una mesa contigua, dulce de Mazamorra Morada y el Arroz con Leche, concluía la escena gastronómica. La lluvia seguía cayendo, pero había disminuido la intensidad, los platos eran una exquisitez y había probado cada uno de ellos. Solo me quedaba agradecer felicitar a Penélope.
Habíamos hablado sobre el encuentro sobre cómo se habían conocido pero a esa altura nada sabía de la vida de Penélope. Así que pregunte sobre cómo había llegado a estos pagos y como había sido su vida.


Penélope había transitado por una vida de desafíos. Desafió casarse tuvo dos hijos, y desafió el mudarse a otro país junto a sus hijos buscando otro destino, como una formula de liberarse, de un amor terminado.


No le había sido fácil, ser padre y madre, añoraba su familia, a sus padres y a sus hermanos, pero sentía la presencia, custodia del hermanito que siendo apenas un niño había partido.


Ya se había hecho tarde, y llegó la hora de retirarme, les agradecí el encuentro, el almuerzo y el momento tan feliz que había pasado, recibiendo de ambos una invitación a volver cuando regresara por esos pagos.


Regrese a la cabaña, y me puse a repasar las conversaciones y lo que había vivido. Recordé inmediatamente una frase de Borges “Uno está enamorado cuando se da cuenta de que la otra persona es única”. Eso me pareció que a ambos le sucedían.


Había sido tan grande el impacto como mudo espectador, que empecé a repasar las charlas, llegando a una conclusión de cómo se pueden borrar las marcas para atenuar los recuerdos, cuando se encuentran dos personas que construyen un presente y en especial imaginan un futuro juntos.


Los precios y circunstancias no me permitieron cumplir el sueño de poder realizar el emprendimiento en la zona, así que emprendí el regreso a casa.


Debo decir que cada tanto recordaba ese momento y el tiempo que había compartido con esas personas.


Así que habían pasado cerca de nueve meses, para fines del mes de octubre decidí regresar y visitar esa casa y sus habitantes a la que interiormente llamaba, “El Hogar de los Disney”. Salí de Buenos Aires temprano, calculando poder llegar para tomar unos mates.


La noche anterior me había dedicado a preparar una torta y unos bizcochitos porque entendía que era una manera de poder ofrecer algo hecho con mis propias manos.


Así que luego de desempacar en la cabaña que había reservado, salí rumbo a mi destino. Al llegar abrí la tranquera, luego de cerrarla, empecé a notar una cierta desmejora en el camino y en el cuidado de la huerta.


Llegue finalmente a la casa y solo un perro salió a recibirme. Toque la campana y esperé pacientemente que alguien apareciera.


Parecía que no había nadie, ya estaba a punto de retirarme e incluso había escrito un mensaje para dejarles a los amigos que había firmado “como un amigo de la tienda de la vida”, que regresaría para visitarlos.


Puse el coche en marcha cuando de repente a caballo apareció Juan Manuel, lo mire y ya no era ese ser tan especial que había conocido, habían pasado apenas nueve meses de la visita, pero su aspecto era bien diferente, denotaban el agobio de un dolor.


Los hombros caídos, las piernas arrastraban una pesada carga y esa sonrisa picarona que lo caracterizaba había desaparecido.


Me dio la mano y su primer comentario fue: ahora soy un muerto, en un cuerpo vivo, pues Penélope falleció el pasado martes 6 de octubre, de un ataque al corazón.


Me abrazó y juntos lloramos la pérdida de tan bella persona. Las Palabras de siempre ante la pérdida de un ser querido no sirven demasiado para el alivio, pero aun así trate de consolar a ese hombre que necesitaba un apoyo.


En ese momento se posó una rara mariposa blanca con una franja roja en el alero de la casa. La miramos absortos, como si Penélope estaba allí mirándonos e invitándonos a compartir nuevos momentos, que por supuesto ya no serían los mismos.


Pasamos juntos toda la tarde, ya no estaban los platos de comida hechos por Penélope, pero sí su presencia, pues Juan Manuel conservaba la casa tan impecable como cuando la había visitado anteriormente.


No sabía cómo poder despedirme, ya había entrado la noche, le di un fuerte abrazo y prometí regresar.


Al salir de la casa prendimos la luz que en la arcada de ingreso a la casa me iluminaría hasta el auto y para sorpresa de ambos la mariposa blanca con la franja roja estaba allí, revoloteándonos.


Ambos entonces supimos que Penélope nos había acompañado en el encuentro, pero para mi mayor sorpresa ella me acompaño batiéndose delante del coche hasta que cerré la tranquera del campo y luego desapareció. Esta es una historia real aunque a usted o a vos te parezca que es la imaginación de alguien que apenas cree que juntando vocales y consonantes tiene algo que contar. Una historia de amor, que la vida me regalo.

jueves, 22 de julio de 2010

VENERANDA BRIZZI DE MARCHIONI - DITA -

Estas líneas son un sentido homenaje a ésta infatigable mujer que nos dejo físicamente el pasado 6 de diciembre de 2009.
Esta vecina admirada por muchos brindó una parte importante de su vida a ayudar a los demás.
Con solo nombrar una entidad “Asociación Pro Bienestar a la Infancia” (ABI), que presidio por más de 45 años nos dará una acabada idea de la obra que llevó adelante.
Y para hablar de su vida hay entre otras cosas debemos nuevamente mencionar a ABI, y remontarnos a sus orígenes, que están estrechamente vinculados con esta mujer que su vida la brindó a colaborar con los que menos tienen y en especial con “Los Niños”. Su espíritu la llevo a fundar ésta asociación hace más de cincuenta años.
Supo de épocas duras, pero ese espíritu y constancia la llevo poco a poco a construir esta obra por la que han pasado más de mil chicos.
Nacida un 5 de agosto del año 1910, transitó por diferentes caminos. Fue Diplomática en diversos países siendo su último destino el Uruguay, país del que guardó los mejores recuerdos, retirándose de la diplomacia, ante el inminente nombramiento y traslado a Ankara – Turquía – con el cargo de Cónsul General.
Además de haber sido fundadora de ABI y su presidenta por más de 45 años, fue Madrina y colaboradora permanente de la Escuela 483 – Lote 19 – Villa Berthet – Provincia del Chaco, llegando al impenetrable. Hasta allí llego su generosidad y ayuda.
Un Equipo de energía eléctrica, junto con su correspondiente heladera, útiles escolares, comida, juguetes y todo lo que se pudiera obtener viajó junto con una parte de su corazón.
También su vida se fortaleció al dedicarse al arte y en especial a la pintura. Innumerables exposiciones la tuvieron como participante y aun recordamos la espectacular exposición de pintura celebrada el 15 de octubre de 1999, en la Casa de la Cultura de Liniers.
Pero además de los éxitos obtenidos en diferentes concursos de pintura, ha sabido de reconocimientos entre los que destacamos los siguientes.
El Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Dr. Enrique Olivera y la Señora Pinky, el 18 de enero de 2000 la distinguió como una de los diez vecinos ejemplares de la ciudad, También recibió el reconocimiento “El Capitolio”, entregada por la Cooperativa del mismo nombre que recibió de manos del Sr. Víctor González en una emotiva ceremonia celebrada el 15 de marzo de 2000.
El 10 de noviembre del año 2000, El Club de Leones de Liniers, realizó con toda justicia un sentido homenaje entregándole el León de Oro 2000, por su entrega y trabajo con los chicos con necesidades.
También El Rotary Club, la distinguió en el año 2003 con el - Trébol de Plata - máxima distinción que otorga esta entidad. No extraño entonces ser reconocida en el año 2006 por la secretaria de la Mujer, por sus tareas solidarias y durante el año 2008 el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la galardonó como artífice del patrimonio de la Ciudad.
Si bien físicamente nos dejo el 6 de diciembre del año 2009, el haber transitado por la vida junto a ella nos dejo a todos los que la conocimos, esa luz y enseñanza que solo los grandes de verdad transmiten. Ahora nos resta a nosotros esforzarnos y hacer que ABI que es su obra, continúe adelante.

ABI – FELIZ 50 AÑOS

El 22 de noviembre la “Asociación, Pro Bienestar de la Infancia”, ABI, cumplió 50 años de trayectoria, en favor de los niños.
Hoy tengo que hacer una nota muy especial que me emociona y alcanza, pues soy su vicepresidente.
Alguna vez escribí que cuando ya no esté mas caminando las calles de la vida, ninguno recordará en que coche me transporte, tampoco que comodidades tenia la casa que habite o donde pasé las vacaciones, pero creo que algunos me recordarán por lo que hice a favor de los que menos tienen.
Si aquellos que tienen el gran poder de las decisiones y de las acciones humanas se ocuparan de los niños con necesidades insatisfechas, y de su futuro, seguramente contribuirían a una revolución en la humanidad, pues las buenas marcas que nos deja la niñez los acompañarán toda la vida.
Nuestra Asociación, Pro Bienestar de la Infancia, tuvo como antecedente, un sentir: “el amor a la infancia y a los niños”.
Fue fundado el 22 de Noviembre de 1958. Aquellos eran tiempos difíciles y carentes de éste tipo de instituciones privadas sin fines de lucro donde se alojan a niños carenciados, fijando como objetivo prioritario el “darle a los niños cariño y calidez de hogar”. Comenzamos alquilando en la calle Ecuador 550 un pequeño departamento con cuatro camas, pero las necesidades y gran demanda nos llevó a alquilar en la calle Fitz Roy Nº 1431, una vieja casa pero con mayor capacidad.
Con mucho esfuerzo y trabajo recién el 27 de Noviembre de 1969 se concretó el sueño de la casa propia.
Fue muy grande el esfuerzo, pero el sentir de la “Comisión Directiva”, se hizo realidad, gracias a la invalorable ayuda de amigos y unos pocos socios.
Así por fin, los niños que el Hogar cobija tuvieron su techo propio. Actualmente se alojan en ABI 25 niños de los cuales 18 concurren al ciclo primario en la escuela “República de la Independencia del Distrito 20”, 7 niños son enviados al jardín de Infantes.
También ABI., es Hogar de transito para niños que por circunstancia especiales pasan por la Institución.
El Hogar provee a los niños que aloja, un espacio digno, alimentos, atención médica, y educación reforzada con voluntarias privadas y maestras domiciliarias, asistentes sociales pero por sobretodo mucho cariño. A.B.I., por ser una Institución sin fines de lucro, todos los que colaboramos tenemos una meta preparar a los niños para que sean útiles a la sociedad.
Al igual que en los comienzos hoy nuestro querido país, está atravesando una terrible crisis que sumada al conflicto de la economía mundial, produce una caída de los ingresos y desocupación de una franja importante de nuestros conciudadanos.
El resultado que día a día percibimos es el deterioro de la salud, el aumento del desempleo, la nutrición, la educación y la desintegración del tejido social. Con nuestra acción no pretendemos reemplazar a nadie, ni a la familia ni a las responsabilidades de nuestros gobernantes y/o dirigentes, solo intentamos tender nuestra mano de apoyo colaborando dentro de nuestras posibilidades a que un grupo de niños encuentren un espacio en donde los principios morales, de educación, alimentación y amor sea lo esencial.
Nuestro proyecto hacia el futuro, es continuar con la misma línea de acción. La parte edilicia y hábitat donde se alojan los niños deben ser “ampliados y mejorados”, necesitamos incorporar computadoras y una línea de Internet a fin de encaminar su inserción en el mundo actual, procurar una asistencia médica integral, y continuar con nuestro objetivo de darles mucho amor de los que se encuentran carentes.
Creemos y deseamos contribuir desde nuestro lugar de trabajo al mejoramiento permanente de las condiciones de vida y al dar oportunidades de desarrollo a niños y niñas, con una participación activa y organizada, acorde al momento económico y social por los que nuestro amado país esta atravesando, y el entorno comunitario que nos rodea.
Tratamos de colaborar para hacer realidad los derechos de la niñez y para transformar la cultura represiva vigente en una cultura que otorgue la mas alta prioridad a los mejores intereses de los niños, que se les respete y valore a cada niño y niña, que se escuche a los niños y se aprenda de ellos, y en donde cada uno de ellos gocen de oportunidades y esperanzas.
Son nuestros Objetivos: Proveer de los espacios necesarios para su educación; Procurar proveer y prevenir la salud; Suministrar la mejor alimentación; Incorporar valores de referencia y de entender el mundo que los rodea desde otra óptica; Prevenir la incidencia de enfermedades previsibles; Reducir el impacto de la violencia social; Informar y entrenar para generar respuestas positivas frente a enfermedades como las adicciones, el Sida y la desprotección social; Aportar junto a ésta tarea una línea donde el amor tenga su mejor espacio.
Acción Directa: Prevenir la desnutrición infantil, a través de la ampliación del comedor y el fortalecimiento de las líneas de asistencia directa al grupo familiar; Educar integralmente a los niños, a través de la ampliación de las actuales instalaciones; Prevenir los factores sociales que favorecen el desarrollo de enfermedades. Atender la salud de los chicos carenciados en situaciones de riesgo; Fortalecer la ayuda social y educativa; Mejorar la alimentación educación y salud de los niños; Incentivar la creatividad, asistiendo, conteniéndolos y educándolos para que puedan expresarla libremente; Entrenamiento de la prevención primaria de la salud; Respetar y hacer valer los derechos de los niños; Fomentar la solidaridad y el respeto por la vida, como valores indispensable para el crecimiento; Favorecer la seguridad y confianza de los niños; Ampliar el horizonte social y la evolución de la comunicación; Sostener la salud mental, prevenir la violencia y el abuso sexual; Mejorar y estimular la inserción escolar; Revalorizar la familia; Construir vínculos sociales solidarios.
Proyectos y Necesidades: Ampliación de los dormitorios para diferentes sexos y edades; Remodelación del salón comedor; Ampliación e incorporación de elementos – electrodomésticos - con destino a la cocina; Mejoramiento de los baños de niños y niñas; Construcción de un espacio para ser utilizado como lugar de estudio y Biblioteca.
A todos aquellos que deseen y puedan colaborar les rogamos que se comuniquen o nos visiten en la calle Guaminí Nº 1151 – o nos llamen al teléfono: 4641-7769, ó al 15-5956-6095 - por correo electrónico a: asociaciónprobienestardelainfancia@hotmail.com cualquier importe que puedan donar tendrá como destino a nuestros niños. Gracias.
Si queres colaborar con lo que puedas nuestra cuenta corriente es: Banco Patagonia - Sucursal Liniers - N° 236001957-00 - Gracias por lo que puedas hacer y que Dios te Bendiga.

Simplemente “Don Aldo”

Aquellos que vivimos en el barrio en alguna oportunidad, hemos comprado en su despensa o almacén, denominación como se los conocía, cuando no existían los super.
El testimonio de Don Aldo es muy importante, pues con sus recuerdos, podremos conocer como se fue construyendo el barrio y además deducir como era la idiosincrasia de aquellos habitantes que supieron echar las bases del barrio que hoy tenemos y disfrutamos.
Entonces que mejor de escuchar con atención a Don Aldo, que aun a sus 87 años sigue atendiendo todos los días en su negocio, como lo hace desde el mes de junio del año 1947, en Lisandro De la Torre al 481.
Su historia de vida es común a tantos emigrantes que arribaron a estos pagos en busca de mejorar su vida.
Primero llegaron sus abuelos escapando de Mussolini.
El abuelo por su condición de técnico textil, rápidamente consiguió establecerse con un telar en la calle Cabrera y Tames.
Al año los incitaron a venir, así que a los 5 años Don Aldo Pizzagalli Corti, nacido un 10 de noviembre de 1921 en Lago Di Como – Italia – (Con cierta añoranza nos dice que nunca pudo volver a su tierra natal), junto a su padre, su madre Josefina Corti y su hermana, se hicieron a la mar.
Sus estudios primarios los cursó en el colegio de la calle Serrano (ahora) Borges Nº 1883, además durante 5 años estudió en Rafael Calzada en el seminario del los Padres del Verbo Divino, para ser cura.
Pero la vida no le resultó nada fácil, al fallecer su padre a la edad de 32 años, rápidamente las necesidades lo llevaron a conseguir una actividad que le permitiera vivir. Así que supo desde joven aquello de que no hay árbol que el viento no haya sacudido.
Fue Guarda de Colectivo, Empleado en la casa de música Carlos Lottermoser en la calle Rivadavia Nº 851/53 entre Esmeralda y Suipacha, y luego en la fábrica textil de sus tíos, junto a su madre y su hermana, donde conoció a su esposa Haydee Bruno, con la cual se casó en el año 1941, y consolidaron una gran familia.
Hoy sus hijos Clelia y Alberto, sus nietos, Verónica, Alejandro, Nicolás, Franco y Sergio y sus Biznietos Santiago, Macarena y Luca, son su apoyo y contención, especialmente en estos días, pues su esposa falleció en el mes de diciembre del año 2007, después de 66 años de convivencia.
Llegó a ésta actividad tras una corta experiencia en Barracas junto con un compañero de trabajo, en un almacén y bar tradicional típicos que se comunicaban interiormente, al venderse el negocio, el martillero que intervino en la operación le sugirió que se viniera a Liniers, a una despensa que se vendía, propiedad de Juan Schiafino, que había iniciado el negocio 17 años antes, y que su hijo Carlos, bailarín del Teatro Colón falleció en el accidente aéreo del 10 de octubre de 1971, en donde también fallecieron Norma Fontela y José Neglia.
Recuerda con especial cariño al bailarín Carlos Schiafino. Comenta que los días de función como regresaba de madrugada - vivía junto a su esposa en la casa del fondo - me dejaba por la mañana el pedido y entonces se lo ponía en el pasillo. Eso sí en algunas oportunidades el pedido no llegaba a destino pues los gatos hacían lo suyo.
Pero no acaban las sorpresas, primero recuerda cuando la hoy Lisandro de la Torre era agosta, hasta que al expropiar alrededor de un metro y medio las veredas fue ampliada, también cuando desde su negocio se podía ver la estación o de los pasajes sin asfaltar.
Los recuerdos surgen como un torrente, evoca la época cuando obtenía ingresos extras, como pianista en una orquesta que los fines de semana actuaba en cuanta fiesta era contratada, para tocar tangos o Jazz y que con esos pesos extras más los ingresos de su despensa le posibilitó comprar la propiedad.
Pero no terminan ahí las sorpresas. Nos comenta que en los años 50 estuvo un mes preso en Devoto.
En aquellos tiempos del agio y la especulación, un día al ser inspeccionado como el precio oficial de las lentejas debía ser de 0,99 centavos y yo lo tenía marcado a un peso, fue a parar allí.
Continua la charla…, eran tiempos difíciles. Vendíamos kerosén y para ello teníamos 2 tanques de 200 litros en el patio y los problemas comenzaban cuando empezaban a escasear el azúcar, el pan negro, el aceite de soja en la famosa campaña de los 60 días, época en debíamos cerrar el jueves a la tarde porque había que elegir entre un día de la semana o el sábado y los domingos obligatoriamente teníamos que permanecer cerrado.
Sigue diciéndonos que el hoy el tan popular delivery le es conocido, pues en los fines de la década del 40 con su triciclo de tapa verde prestaba ese servicio a los vecinos especialmente a principios de cada mes. La libreta era la forma de pago, había 100 clientes y 100 libretas.
La mayoría eran empleados ferroviarios, y el primer domingo de cada mes me la pasaba sumando las libretas, pues casi todos pagaban al cobrar su sueldo.
Recuerda la peluquería en Lisandro de La Torre 479, del español Tirso La Peña, con una sonrisa, cuando los chicos no querían ir pues el peluquero le tenía con una mano la cabeza muy apretada para contarles el pelo y en más una oportunidad éstos se escapaban sin que Don Tirso concluyera su tarea.
De la Alemana en la calle Tuyutí al 6672 de Ulrico Steinhauser, que al llegar la tardecita la gente concurría a tomar cerveza y se deleitaban en la glorieta con el plato clásico: “salchicha con chucrut”.
Así pasaron por la conversación nombres como Galletitas El Orden, Cerveza Palermo cuyo proveedor era Juan Pérez, Aceite: La Malagueña, Vino Toro, Crespi, El vasquito, Uvita, Resero o Peñaflor.
De sus vecinos Reniscof de la farmacia Francino, de los dentistas Lo Brando y Berman en la esquina de Tuyutí el primero y a mitad de cuadra sobre Lisandro de la Torre el segundo, del farmacéutico Basile, y del químico Ismael Domínguez que por su estatura no podía atender al público pues no llegaba al mostrador y solo se veía la cabeza en la esquina de Palmar.
Del hermano de Caron que tenía un almacén en Palmar en el negocio que luego se instaló Yañez, de Alfonso el pintor del barrio que vivía en Tuyutí enfrente de la Alemana. De la vinería de Doña Adelina que en su momento había sido sucursal del vino Superiora que comercializaba el vino Yapeyú en la esquina de Palmar y Lisandro de La Torre y que al vender la firma las sucursales la continuó Doña Adelina y a la vuelta Félix Pochocho Caron. En dos cuadras había 7 despensas y todos vivíamos.
Al principio no vendíamos leche, pues estaban las lecherías y los lecheros con el carrito, hasta que llego la Serenísima.
La gente era muy servicial y muy buena, cuando llegue tenia 26 años y enseguida me apoyaron.
Sus recuerdos se intensificaron al memorar sobre, la Radio, y los programas de entonces como la novela “Los cuentos de la vieja abadía” los domingos a la noche con Susy Kent, ¿Que pareja?, El Glostora tango club a las 20 con las voces de Rafael Díaz Gallardo y Lucía Marcó anunciaban que era "la cita obligada de la juventud triunfadora" con Alfredo De Angelis, o Ángel Vargas con D’agostino, de Nicola Paone, Jabón Federal, La llave de la Felicidad, Gran Pensión del Campeonato, Radio El Pueblo y Oscar Casco, Niní Marshall, El Zorro, Los Pérez García, La Revista Dislocada, los goles de Foravanti, y de las compañías de Radio Teatro en los cines, especialmente los días sábados y recuerda la actuación de Floreal Ruiz en los cines de Liniers.
Don Aldo es uno más de tantos vecinos emigrantes, que con la transmisión de sus costumbres y la cultura del trabajo son un ejemplo a ser emulado.
Recuerdo entonces aquel viejo proverbio que dice: “Todos los hombres estamos hechos del mismo barro pero no del mismo molde". Ignacio Messina.