lunes, 21 de noviembre de 2011

Los Relojes de Liniers ya no nos darán ni la hora

El pasado 29 de octubre, uno de los comercios más antiguos de Liniers cerró definitivamente sus puertas.
Se trata de la histórica relojería Valladares, de Montiel 108. En una de mis habituales visitas al local, me llamaron la atención algunas conversaciones entre los clientes y Carlos Panatti, o simplemente "Carlitos", como tantos vecinos conocen a este antiguo habitante del barrio, que durante tantos años se ubicó detrás del mostrador de la joyería, inclinado sobre un reloj pulsera y apretando con la ceja derecha el monóculo.
Una señora le entregó un reloj para reducirle la malla, y una vez realizada la modificación preguntó sobre el costo de la compostura.
La respuesta - como tantas otras veces - fue contundente: "nada señora". Más tarde, otra persona pagó dos pesos por un arreglo.
Carlitos forma parte de aquellos viejos comerciantes que hicieron época, aconsejando sobre alguna compostura y cobrando un precio justo, sin avivadas.
Hasta que de pronto, el entrañable relojero de Liniers deslizó al pasar "en unos días cierro".
Un manto de silencio cubrió el local. Uno a uno fueron ingresando clientes que informados sobre la novedad, se preguntaban incrédulos "¿es verdad? ¿y ahora qué hacemos?".
Es que desde su histórico local de Montiel 108, Valladares marcó el tiempo en Liniers de la mano de Gilberto Pritz, que desde 1937 y hasta el 5 de febrero de 2003 cuando falleció, estuvo al frente del comercio, haciendo un culto de su profesión.
Como aliado inseparable, desde el 15 de abril de 1957, Carlitos llevó adelante la incansable tarea de arreglar los relojes de todo habitante de Liniers que se acercara hasta su local.
Cómo no recordar el espíritu jovial de Gilberto, sus bromas y la alegría con las que atendía a todos los clientes, secundado a la perfección por Carlitos que, como Portales a Olmedo, le daba el pie necesario para rematar sus humoradas.
Casi como homenaje a este verdadero símbolo del comercio de Liniers, podríamos hablar de la historia del reloj, desde el día y la noche de los primeros habitantes del planeta, de los relojes egipcios, romanos, chinos, mayas o incas, de los relojes a péndulo, de los de sonería, los de mesa o los de pié, de los despertadores que por las mañanas nos invitan a levantarnos y que tanto maldecimos, de los de muñeca, caros y con estilo o baratos, de aquellos que conservamos como reliquia que pertenecieron a nuestros antepasados, los reloj cu-cu y los cambios de horarios de verano a invierno y viceversa.
Esa es una opción, la otra es prolongar en la memoria colectiva de los vecinos el recuerdo de la joyería Valladares, que no sólo marcó los tiempos en el barrio, sino que nos permitió conocer a dos bellos personajes que, a decir verdad, siempre estuvieron prontos para dar la hora en el momento justo.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El Recuerdo para Celia Cambas de Heredia - Parte del ADN de Liniers

En mi permanente obsesión por intentar retratar cada esquina, cada historia y cada personaje que ha surgido de entre las entrañas de mi querido Liniers, suelo escarbar a diario en cada uno de los rincones del barrio para intentar dar con ese material que no hace más que subrayar el sentido de pertenencia que muchos de los que aquí vivimos sentimos por nuestro terruño.
Sin embargo, en ésta oportunidad me topé de frente con uno de esos temas, que no admiten archivarse en el olvido.
Días pasados recibí unas líneas de Agustín Heredia, informándome el deceso de su abuela Celia Cambas de Heredia, una pujante vecina de Liniers, que se llevó consigo parte de la historia de estas calles y cuyo particular estilo de vida merece ser reflejado en estas páginas.
Por eso, decidí incluir en mi habitual columna esa carta a manera de homenaje, para este verdadero símbolo de Liniers, que supo dejar bien plantado un apellido que ya es parte del ADN barrial.
El texto completo se ubica a continuación: "Si alguien conocía y quería a este barrio esa era mi abuela, una viejita hermosa y coqueta con algunos kilitos de más, arrugas, canosa por el lógico pasar de los años, y con una larga pollera que intentaba ocultar sus típicas medias color piel.
A los 95 años la abuela Celia hacía dieta, caminaba un kilómetro por día, iba a la peluquería para mantener el color, usaba ropa a la moda y se compraba accesorios como cadenitas o aritos en los mismos locales que tienen como clientas a chicas de 20 años.
Fanática de los zapatos y tapados, y de las cremas antiarrugas que yo mismo le descubría cuando iba a su casa a cenar o a tomar mate.
Sus amistades tenían 25 y hasta 30 años menos. Hasta el año pasado tomaba clases de gimnasia en la pileta del club Liniers con gente de 60 años, y aunque desde hace un tiempo escuchaba poco, jamás iba a admitir que no escuchaba o que estaba un poco sorda.
El año pasado tuvo un accidente y se rompió la cadera. Con 94 años se sometió a una operación de la cual los médicos aseguraban que era muy difícil que saliera por su avanzada edad.
Para resumir, tres meses después estábamos discutiendo en la esquina de Carhué e Ibarrola por qué venia caminando como si nada cargando dos bolsas repletas de frutas y verduras.
Dueña de ese don que tienen la mayoría de las abuelas, cocinaba como pocas y en navidad y año nuevo siempre fue infaltable ese pollo a la naranja por el que nos peleábamos todos los primos y que por primera vez este año lamentablemente faltará.
Conoció a mi abuelo en los bailes de carnaval del club Liniers, de Palmar. Mi abuelo José Luís Heredia era uno de los fundadores del club Liniers - que hoy milita en la Primera División C del fútbol argentino - junto con mis otros tres tíos abuelos.
Fue madre de Adriana, mi tía, y de mi papá Jorge, jugador de fútbol de aquel Liniers Sud, de Beromama y enamorado como pocos de este barrio.
Creo que el que vive en Liniers desde que nació, como yo que tengo casi 30 años, tuvo que haber ido, o pasado por estos lugares que son tan trascendentes para el barrio y lógicamente para mí también. Pero lo más importante no es la historia de mi familia, sino este "hasta luego" a mi abuela.
Ayer, mientras estaba en el cementerio pensaba que ojala todos pudiéramos vivir como ella vivió y morir como murió, sin sufrir, de un suspiro, como ocurrió en la madrugada del 24 de agosto. Lógicamente estoy triste por su partida, pero también me siento orgulloso de mi abuela por la que me nació escribir esto.
No voy a poner la típica frase "te voy a extrañar", pero sí te recordare siempre, ya que creo que después de los que les acabo de contar en esta nota, queda claro que jamás la vamos a olvidar".

martes, 13 de septiembre de 2011

Una Historia de Inmigrante - María Adela López Martínez

Caminaba días pasados, tratando de distinguir los olores de las flores en los jardines. Me llamó la atención una abuela que tirando de un changuito, que se le había trabado en unos de los tantos pozos que adornan las veredas, luego de realizar las compras en los comercios de la zona. Hacia esfuerzos para liberarlo, así que me acerque y le ofrecí ayuda.
Su acento era muy particular, así que luego de enterarme sobre su nombre “Adela”, aproveche para hacerle algunas preguntas y pedirle que me contara sus vivencias, luego de algo más de 50 años de permanencia en el barrio, poco esperanzado de que accediera por los problemas de inseguridad.
Grande fue mi sorpresa cuando de muy buena manera me invitó a tomar un café, así que nos dirigimos hasta su casa sita en la calle José León Suárez al 700. Como digo siempre, detrás de cada puerta hay una historia y cosas que contar.
Esta es la vida de una inmigrante llegada hace cerca de 60 años proveniente de un pequeño poblado de no más de treinta personas cerca del límite de Asturias y León, “Monasterio de Hermo”, lugar en el que aún se conservan las tradiciones y costumbres.
El primer recuerdo fue para sus padres y su casa de piedra en donde en la planta baja las ovejas y unas pocas vacas eran guardadas como el oro, pues de ellas y el sembrado de una pequeña área dependía su subsistencia.
Pero comencemos diciendo que sus padres Daniel y Adonina llegaron al país en los primeros años del siglo pasado para servir en la familia Bullrich. La estadía duro algo más de cinco años, luego de los cuales regresaron a España.
Allí se consolidó la familia, naciendo sus hermanos, Amalio Benito, Ana Maria y Alicia Maria.
Pero las guerras en Europa estaban haciendo lo suyo, la miseria resultaba insoportable. Además del hambre, el poco estudio recibido de la mano de un tío con pocas actitudes de trasmitir los rudimentos de lectura, motivaron la decisión de emigrar.
Primero llegó su hermano mayor Amalio Benito, y luego año tras año cada uno del resto de la familia, los últimos en llegar fueron sus padres.
A medida que arribaban eran recibidos y cobijados en la casa de unos tíos en Ciudadela, sobre la hoy Avda Gaona, de tierra, zanjas y en donde la huellas de los caballos en invierno se pintaban de blanco debido al intenso el frío.
Luego conoció a Victorio un porteño nacido en el abasto, radicado en Ciudadela dedicado al rubro de la gastronomía, conformando una familia y se afincaron en su actual casa.
Supo de los delivery de su época, el lechero, el vendedor de gallinas, el panadero y el verdulero, las calles de tierra, la llegada en horario de los trenes y el esfuerzo de muchos de tener un sitio digno donde habitar. Del Matrimonio nacieron Juan Daniel y Cristina Mónica.
Victorio luego de establecerse en el barrio, desarrolló su actividad gastronómica en la pizzería “El Trébol”, ubicada en la Avda Gral. Paz, ya desaparecida, y coronaron con su anhelo de aquello “mi hijo el doctor”, pues ambos son contadores.
Seguro que ese changuito seguirá rodando sobre nuestras veredas, con orgullo seguirá mostrando el libro editado por la academia Asturiana de Heráldica y Genealogía, donde la historia de la familia López Martínez, su casa y el escudo familia tiene un lugar destacado, pero también la incertidumbre de imaginar la tierra que la vio nacer.
Esta es la historia de uno de tantos inmigrantes que con su esfuerzo y dedicación sumaron para que el barrio creciera. No me puedo olvidar de su jardín que tan bello se ve en la foto, pues son parte de su vida, el trabajar la tierra.

Fotos: Escudo de la familia y Capilla de Hermo.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Los Caminos de la vida

Diciembre del 2006, centro de Buenos Aires, calor sofocante, calles cortadas por pintorescos piquetes de no más de diez personas.
Tránsito enloquecedor, peatones exasperados, escenario patético de la ciudad, que invita a pensar una vez más, si ya no es hora de instalarnos en un pueblo del interior del país.
Cansado de extenuantes reuniones, de no probar bocado, y siendo las nueve de la noche, luego de sortear el tránsito de las autopistas y calles llenas de baches, llegué a mi casa. Ni bien había desensillado para tomarme esos cinco minutos de descanso, recibí un inesperado llamado telefónico.
Era Ángel, un compañero del colegio secundario con el que hacia años no nos veíamos, para invitarme a una reunión y reencontrarnos. La cita sería en la casa de Jorge, “El Enano”. Luego de cambiar unas palabras me pasó la dirección y nos despedimos. La noticia suavizó en parte el cansancio del día.
La incógnita y el misterio de no saber con lo que me iba encontrar, disparó en mí el recuerdo de viejos tiempos compartidos.
Caras de otras épocas se apoderaron del presente, lo que me llevó a buscar esas viejas fotos amarillentas que atesoro, que me trasladaron imaginariamente al pasado, el colegio, los maestros y la obligación casi sacramental de inculcarnos la lectura además de colaborar junto a la familia en la formación de los adolescentes.
Anécdotas y momentos vividos surgieron como un torrente imposible de contener. Todos pasaron por el tamiz de los recuerdos.
El futuro encuentro, apretó el gatillo de ésta historia, engalanada con la visión que solamente el paso del tiempo te puede obsequiar, lo que me llevó a aquellos tiempos juveniles y en especial a la década del sesenta y los cambios que se estaban produciendo.
La televisión había comenzado a tomar forma en sus grandes cajas de madera en blanco y negro y el cine con sus nuevos colores, le daba una luz diferente a las historias que en él se contaban.
La llegada de los Beatles, la presencia del hombre en la luna, los hippies con su nueva filosofía de vida daban un matiz diferente al mundo que se estaba sacando la venda de la hipocresía.
Pero el barrio aún mantenía la vieja arquitectura, las plantaciones en cualquier pedazo de tierra, las macetas de orégano presentando una geografía propia de otras latitudes.
Con esa visión de la vida y de las costumbres un grupito de curas arribados unos años antes del viejo continente, se instalaron en la villa y comenzaron a creer que se podía junto a la pequeña capilla, cuya madre protectora era la Virgen del Carmen, crear un colegio.
Poco a poco aquellos que tuvimos la suerte de ser los primeros alumnos fuimos pasando de grado.
La construcción durante el año lectivo de una nueva aula, sería la que nos albergaría al año siguiente.
Así al llegar a sexto grado, la escenografía edilicia y la capilla se daban la mano.
Pero la necesidad de seguir adelante sacrificó no solo la cancha de fútbol, donde imaginábamos poder llegar a jugar en primera división, sino también el gallinero, la huerta y hasta el de la yegua Pirucha con la que los curas se llegaban a las capillas de barrios cercanos a dar misa.
Ese espacio albergó a los alumnos del secundario, donde brotaron a los primeros peritos mercantiles, todo un adelanto para la época.
Atrás habían quedado las quermeses, las fiestas de fin de año, los actos en las fechas patrias, la campana llamando a misa, el equipo de fútbol y los momentos de diabluras infantiles que pagábamos con amonestaciones y penitencias. El estómago y el olor a comida ordenaron la suspensión de los recuerdos.
…La semana continuó a la espera del reencuentro. … Y llegó el día.
Salí con tiempo, con la idea de recorrer las calles del barrio, luego de tantos años de ausencia.
Di una vuelta por los lugares que solía transitar, percibiendo los cambios que habían transformado un barrio de inmigrantes en un área residencial.
Los potreros, nuestros estadios de fútbol de entonces ya no estaban, los bancos de la plaza donde charlas confidencias y tiempos compartidos imaginaban el futuro habían desaparecido, el frente del colegio y hasta la vieja capilla se habían trasformado en edificios de moderna construcción.
Con esa extraña sensación de que el lugar de pertenencia en mi imaginación, no existía más, acongojado me dirigí a la dirección indicada, lugar donde se produciría el tan ansiado reencuentro.
Grande fue mi sorpresa cuando comprobé que lo único que no había cambiado era ésa casa, hasta los colores pasteles carcomidos por el tiempo eran los mismos que recordaba.
Esa imagen me detuvo por un momento. La puerta que tantas veces había traspasado en mi juventud, ahora se abriría a lo desconocido.
La algarabía del reencuentro, se produjo entre emociones encontradas y personajes desconocidos. Caras, vestimentas y actitudes nos habían alcanzado de manera diferente, el abrazo fue un rito riguroso, recordándonos por los apodos.
Un brindis fue el detonante. Los recuerdos de momentos vividos y el viaje de egresados fue la primera partitura de una gloriosa sinfonía.
Así surgieron las anécdotas de ese viaje, que iniciamos en tren desde Retiro, en el mes de enero del año 1965, rumbo a Tucumán, Salta, Jujuy y Córdoba en una noche de intensa lluvia acompañados por el Cura, quien tuvo que reponerse luego de algunos sobresaltos en recuperar la sotana en Rosario cuando se la sacamos y repartimos estampitas y bendiciones en el andén de la estación.
Como un rompecabezas cada uno fue aportando una nueva pieza a los recuerdos, para dar paso a una nueva etapa, saber como nos había tratado la vida.
Rompió el hielo “Mango”, luciendo aún su prominente nariz. Su primera confesión fue coherente con el pasado, afirmando que su vida la había vivido según la filosofía tanguera. Ese aspecto de mayor edad que tenía en la juventud era la misma que mostraba hoy, con su camiseta musculosa y el pañuelo al cuello junto a la parrilla. Su relato culminó destapando el corcho de su actividad, jubilado de la Municipalidad, tenía una familia y estaba satisfecho con lo vivido.
A un costado estaba Ángel el organizador de la reunión. Desde joven la vida lo había obsequiado con la posibilidad de portar hasta sus últimos días dos tremendos culos de botellas sobre su nariz. Hubiera sido un excelente futbolista, pues sus gambetas eran según los dichos de estos días maradonianas, motivo por el cual canalizó su vida a través de su profesión de contador y constituyó una familia según el mandato de sus ancestros calabreses sumando buenas y malas en la vida como la todos nosotros.
El alto en los recuerdos tuvo que esperar, pues el asado ya estaba a punto, así que nos fuimos arrimando a la parrilla plato en mano. Sentado en un costado de la mesa observaba minuciosamente a cada uno de los muchachos, muy diferentes por cierto, en sus expresiones, su forma de comer y su vestimenta.
El hoy robusto “Carlos”, se fue a vivir a Merlo, San Luís y desde allí comercializaba y distribuía artículos eléctricos, estando en paz con sus expectativas de vida. El Gordo de otrora, hoy flaco exitoso comerciante y dueño de una magnifica ferretería.
En la cabecera se encontraba el dueño de casa, aquel que en nuestra juventud ponía los apodos y hacia gala de las cargadas. Personaje virtuoso, muy buen alumno, de espíritu jovial y único hijo de una familia acomodada.
A los postres empezó a contarnos sobre los motivos por los que hoy se transportaba en una silla de ruedas, según él, por una errónea prescripción médica.
Un matrimonio fracasado, al igual que dos posteriores parejas, con una hija enemistada a la que no veía por más de 12 años y que tampoco deseaba volver a ver.
Aun conservaba su pelo enrulado, pero sus dedos teñidos de nicotina, el temblor en las manos propias de los bebedores, su imposibilidad de movilidad y refugiado en ese bunker, contrastaba con los buenos réditos económicos alcanzados.
Al escucharlo, cavilaba como aquel emprendedor, simpático y prometedor muchacho, había dejado previa la materia de la vida y el futuro promisorio.
Surgieron los consabidos comentarios de aquellos que ya tenemos algunos años de inquilino en este planeta, sobre los achaques de unos, la desaparición física de otros, y el recuerdo de aquellos que por diversas razones no habían podido participar.
Luego del postre dimos por finalizado el encuentro, no sin antes caer en la repetida frase, no dejemos pasar el tiempo y volvamos a juntarnos pronto.
De regreso, imaginaba el precipicio tan hondo en que había caído éste personaje ganador y como había perdido en esa vorágine de éxitos, las enseñanzas recibidas.
Pensar que la vida es tan generosa en oportunidades y la soberbia muchas veces nos impide verla, está en uno subirse al tren o quedarse a esperar el fin, en la estación de la vida. ¿A vos que te parece…?

viernes, 5 de agosto de 2011

Elecciones - 10 de julio 2011 - Los Politicos

Cuanta agua ha pasado bajo el puente hasta llegar a la tan ansiada democracia. Los argentinos nos hemos visto imposibilitados de ejercer el derecho de votar y elegir autoridades durante largos años, pero gracias a Dios a partir de 1983 hemos comprendido que la democracia es el camino y la única forma de vivir en libertad.
El sufragio es el instrumento por el cual el pueblo manifiesta su voluntad de designar a las autoridades que lo gobernarán.
Es secreto y obligatorio para evitar cualquier tipo de presión - como sucedía en antaño - además de un deber moral, pero sobre todo un derecho.
Si bien es una carga pública, vaya un agradecimiento especial aquellos ciudadanos que componen las mesas electorales.

Un Presidente, que está asistido por auxiliares que sumados a los fiscales de diversos partidos políticos participantes de las elecciones, controlan la transparencia del acto y el recuento de votos.
El pasado 10 de julio ha sido un mes donde los Linierenses hemos vivido un día de fiesta y alegría ciudadana al concurrir a votar. Mucho me llamaron la atención las personas mayores muchas de ellas exentas de votar, que asistieron al cumpleaños ciudadano.
Si bien este acto es el fin de una campaña, los candidatos comienzan mucho antes a tratar de convencer a los ciudadanos de que su voto será respetado, cosa que rara vez se cumple. Aún así es la única manera conocida de convivir en libertad.
La historia de nuestro barrio ha tenido sus vaivenes en esto de recibir visitas de los candidatos, que en otra oportunidad nos ocuparemos, que casi siempre sucede cerca de las elecciones.
Pero hay cosas que disparan ideas y pensamientos.

No escribo casi nunca de la actualidad y menos sobre la política, pero esta vez algo disparó el siguiente comentario.
Hace unos días Miguel Del Sel, asombroso y casi ganador en Santa Fe, decía: “Yo vengo a arruinar el negocio a los políticos y no vengo a buscar fama ni dinero”.
A partir de estas lapidarias palabras, se me ocurrió hacer algunas cuentas sobre los candidatos involucrados en las elecciones en nuestra comuna.
Sobre 19 listas que se presentaron a las elecciones a cubrir cargos de Diputadas y Diputados de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, Candidatos a Miembros de la Junta Comunal de la Comuna Nº 9 y Candidatos a Jefe de Gobierno y Vicejefe de gobierno de la Ciudad autónoma de Buenos Aires, involucraban a 835 personas, distribuidas de la siguiente manera: 540 personas candidatos a Diputados Titulares, 141 personas a Diputados Suplentes, 91 personas como candidatos titulares a la comuna y 33 como candidatos suplentes a la comuna y 30 personas como candidatos para Jefe y Vicejefe de Gobierno, ah mas asesores, o sea barriletes de cola.
Sabemos y ya tenemos experiencia de la catástrofe que resulta una vida sin democracia, pero también sabemos de los negocios y manejos de la política, más allá de las peleas internas y hecatombes, que cada uno de los candidatos nos pontifica si no lo votamos.
Me puse a pensar que nosotros el pueblo, la gente común, no solo debe saber elegir, sino también vigilar a los que nos gobiernan, que por lo general siguen muchos de los que alguna vez la sociedad consideró aquello, de que se vallan todos.
Pensar el voto, mas allá de las peleas y más peleas que a diario los medios informan sobre casi todos candidatos, que coinciden con la falta de unión y una perspectiva de la clase política de pensar un país para los próximos 20 o 30 años, los lideres persuaden no obligan y piensan un país para el futuro.
A partir de ahora tendremos cerca a los miembros de la Junta Comunal, observemos entonces como se desenvuelven en el manejo de la cosa pública y estemos atentos al destino de los fondos que se les asignen.

viernes, 10 de junio de 2011

Tengo otra manera de ver la vida


OJOS QUE VEN, CORAZONES QUE SIENTEN


José Spivak nació una mañana de verano cuando un tibio sol apenas comenzaba a iluminar el pasaje Claudio Rosales al 500. Corría el mes de enero de 1918 y a metros de la hoy Plaza Sarmiento, un llanto tierno les quitaba el sueño a los vecinos remolones.


Queda claro que el protagonista de esta nota es un antiguo habitante de la por entonces incipiente villa de Liniers.Descendiente de ucranianos llegados a estos pagos en 1905, del matrimonio formado por Víctor Spivak y Cecilia Tumanovsky, hubo de saber de las vicisitudes que por entonces adolecía esta zona escondida en el lejano oeste porteño. Ambos fueron testigos presenciales de los primeros pasos que marcaran con fuerza los Talleres Ferroviarios de Liniers -inaugurados allá por el año 1914- la llegada del tranvía y, entre otras cosas, las inauguraciones de los cines Edison y Capitolio, y de la Galería Crédito Liniers.

La óptica que José inauguraría años después en el barrio, sería uno de los primeros comercios en adherirse al recordado Crédito Liniers, junto con el emblemático local de La Martona, que funcionara en Carhué a pocos metros de Rivadavia, ofreciendo su clásica leche con crema y vainillas.


Muchos vecinos con varios años en la zona, con solo mencionar su apellido recordarán esa óptica ubicada en Carhué 46, la primera especializada que se estableció en el barrio en el año 1943, que hacía gala de su tradicional mensaje "Spivak, su óptica de confianza". Aquel era además el membrete de las cartas que tradicionalmente en las fiestas y cumpleaños enviaba a todos sus clientes, y que retumbaba en la avenida Rivadavia, cuando en los famosos carnavales sonaba su auspicio por los altoparlantes.


Recibido de Óptico Técnico en 1942, don José Spivak se casó tres años más tarde con Dora Berenzon, también proveniente de una familia de ópticos residentes en Flores. De ese matrimonio nacieron al poco tiempo Gabriel, Noemí y Jorge.


Y con ellos, la tradición familiar siguió hasta nuestros días de la mano de sus dos hijos menores, Noemí y Jorge.


Es de destacar que toda la familia transcurrió su infancia y adolescencia en el barrio de Liniers. Recién casados, los Spivak se afincaron en los fondos del local de la óptica de Carhué, donde nació su primogénito Gabriel, luego se trasladaron a Madero al 100, en donde recibieron a Noemí y a Jorge, para luego reinstalarse en Cuzco al 100, a metros del Santuario de San Cayetano.


En esa casa se produjo el fallecimiento de don José en el año 1983, y desde entonces Noemí y Jorge permanecen al frente de la óptica que a principios de 1972, se trasladó a su actual local de Cosquín 16.


Muchos de los vecinos aún recuerdan a dos personajes que colaboraban en la óptica con mucho cariño y esmero, pues para entonces la empresa ya se había convertido en una verdadera familia. Uno de ellos fue don Vicente Tallarico, que siendo repartidor de diarios, don José lo contrató originalmente para una suplencia y luego de un tiempo se aquerenció en el local, así que estudió para Óptico técnico, atendiendo a los clientes hasta su fallecimiento en 1980; y la otra es Elba Sardi, que trabajó en Spivak durante 40 años y es el día de hoy que, a sus 86 primaveras, cada tanto visita la óptica y debido a su genio opina y orienta muchas veces a los clientes.


Hemos transitado en estas líneas el recuerdo y el sentido homenaje a una familia de profesionales y comerciantes que ha vivido y aun perdura en el recuerdo de muchos linierenses, la misma que con su tarea e impronta diaria, colaborara con el crecimiento del barrio del cual ya es una marca registrada.





Fotos: 1): José Spivak, en su escritorio en el año 1950 – 2): Elba Sardi, con su hijo Alejandro y Su esposo José Rodolfo, año 1963.3): Souvenir que entregaban a los clientes especialmente los días de mucho calor.

miércoles, 1 de junio de 2011

Presente y Pasado del Transporte

Prestaba atención los comentarios de los medios y de los usuarios del futuro Metrobús, que iniciará su itinerario en la Avda Gral. Paz – Liniers - pasando por el Club Vélez Sársfield, el barrio Kennedy, hasta llegar a Palermo y viceversa.
Pensaba sobre como bautizarán a esos inmensos colectivos con fuelle, que competirán con el imaginario de la gente con los actuales colectivos, tranvías, subtes y aquellos trolebuses que alguna vez nos transportaron a los porteños.
Pese a los trastornos que hoy tienen que soportar los automovilistas, pareciera que las más de 80 cámaras de seguridad que vigilarán el recorrido de las 21 estaciones habilitadas y los carteles electrónicos que informarán a los pasajeros sobre tiempo, distancia y demoras, sin duda que producirá un adelanto y mejora a las usuarios que viajarán desde el centro a la zona oeste y viceversa.
Mas allá que saludar al nuevo adelanto que con una velocidad de 24 kilómetros por hora cursará el suelo de esta Capital Federal, veremos cual será el costo, la eficiencia y futuro de este medio de locomoción.
Comparaba esta noticia con la llegada del tranvía a Liniers, 100 años antes. Un domingo 26 de junio de 1911 de la mano de la Compañía Anglo Argentina cuando extendió el ramal de la Línea Nº 2, recorriendo el trayecto desde Plazo de Mayo, enfilando hacia el oeste desde Avda. La Plata hacia Liniers. El costo del viaje de ida y vuelta se hacía por 0,05 centavos y la imaginación popular lo bautizó por ser el transporte obrero, como la “Cucaracha” o el “Bondi.”
Su arribo a Liniers fue muy festejado ya que el barrio había sido engalanado con banderas argentinas siendo recibido los integrantes de ese primer viaje por delegados de instituciones de la zona, delegaciones escolares y gran número de vecinos.
El segundo tranvía que llegó a Liniers fue el Nº 1, salía de la calle Lacarra y era complementario del subte que a la altura de Primera Junta salía del túnel y terminaba en Lacarra, con posterioridad el servicio es prestado por la línea Nº 1 directamente entre Primera Junta a Liniers.
En la Terminal de Liniers giraban a la izquierda, rodeando de la que fuera la quinta “La Gironda” y retornaban por la avenida Rivadavia, pues solo se contaba con una vía para dar la vuelta.
Viejos vecinos recuerdan el papelón o anécdota cuando los coches de los tranvías no pasaban por debajo del puente, cosa que aparentemente recién se dieron cuenta con la llegada del primer viaje y tuvieron que implementar una vía alternativa para retomar su viaje de regreso a aquellos tranvías de doble piso.
Recordemos que por esa época las manos del tránsito eran inversas a las actuales, desde Lacarra a Liniers, los tranvías corrían por un cantero central en calle Rivadavia, éste cantero fue levantado en el año 1943 y en su reemplazo se construyeron refugios para seguridad de los peatones en los cuales se debían ascender y descender y en algunas esquinas, como en la de Rivadavia y Carhué se construyó uno de cada lado.
Debajo de muchas calles asfaltadas quedaron aquellos viejos adoquines, muchos salidos de la Isla Martín García, que esconden el pasado, ahora veremos sobre los nuevos pavimentos cual será el futuro de este nuevo transporte y si el servicio anunciado será respetado, si los costos para los usuarios serán razonables y si los habitantes de la ciudad lo cuidarán para beneficio de todos.

Estas fotos corresponden a la esquina de Avda. Rivadavia y Montiel en el año 1930. Se puede apreciar el refugio central del que hablamos y la mano de los coches en sentido inverso al actual, el folleto se corresponde al aviso que la empresa distribuyo en el barrio.



miércoles, 18 de mayo de 2011

LOS OLMI, DE PURA CEPA LINIERENSES

Caminando las veredas del barrio es posible encontrar detrás de cada puerta, historias y vivencias de vecinos que merecen ser contadas, pues son ellos quienes supieron acompañar codo a codo crecimiento del barrio.
En esta oportunidad nos adentramos en la historia de una familia originaria de Liniers. “Los Olmi”.
En su seno, la figura de Norma resulta una personalidad a destacar. Nació en la casa de la hoy Lisandro de La Torre ( ex Tellier) al 600, hija del matrimonio conformado por Juan Olmi y Maria Teresa Rame.
La partera que ayudó a su nacimiento, fue Clara Beccari, - abuela de la esposa de Miguel Mateo – Graciela Beccari, allá por los años 40, cuando gobernaba Roberto Marcelino Ortiz, vivienda donde aun hoy vive.
Eran épocas de calles de tierra cuando desde su casa solo se podía ver la Gral. Paz sino hasta se alcanzaba a otear a lo lejos el paso del Tranvía y del Ferrocarril.
Norma curso la primaria en el hoy Colegio Republica de Corea y la secundaria en la Escuela Profesional Femenina N 8 de la calle “Lacarra y Alberdi”
Inicio su actividad profesional como Celadora en la escuela Nacional de Comercio de Morón, y desde el año 1979 hasta el año 2007, su actividad se desarrollo en el “Instituto Nuestra Sra. De las Nieves”, de ahí la trascendencia de su figura que ha calado tan hondo en buena parte de la juventud de entonces. De aquellos años surge inevitablemente el recuerdo de un incansable hacedor de esa entidad, como lo fue el Párroco Jorge Yiguerimian, encargado de la notable expanción edilicia del Instituto, hoy a cargo del Padre Juan Torrilla que desde entonces lo ha colocado a la vanguardia de los establecimientos educativos privados de la ciudad. En alguna oportunidad nos ocupamos del padre de Norma Juan Olmi, nota que publicamos hace unos años, y desde entonces le debíamos este reconocimiento no solo a Norma, sino también a su Madre Doña Maria Teresa – Porota – para su familiares y vecinos que aun a sus 93 años sigue transitando por nuestras calles.
Porota nació en Carhue entre Cossio y Patrón, - vecina del tambo que estaba contiguo - y los recuerdos de aquel Liniers los tiene tan frescos que parecen no haberse tamizado por los pasos del tiempo. La casa de su infancia, las vivencias de su barrio y hasta el instante que conoció a su esposo para luego afincarse juntos y formar una familia en su actual morada de Lisandro de la Torre parece proyectarsele como una película. Los recuerdos de Porota a sus actuales 93 años son intensos. Se suman los 64 años de haber compartido su vida junto a Juan Olmi su esposo que falleció en el marzo del 1993, las calles que caminó, las épocas sin Las mil casitas o para otros las casas Baratas, el paso de las tropillas de ganado hacia el Matadero, El lechero que en algunas oportunidades las ordeñaba en su puerta, la quinta de los Capurro que comprendía desde Lisandro de la Torre hasta Gral. Paz y por Humaitá hacia Rivadavia, lugar donde su Padre – Juan – antes de tener un puesto de verduras en el mercado de Liniers de Frutas y Hortalizas había trabajado en la quinta y a sus vecinos Jacinto y Leandro Battilana.
Recuerdos y añoranzas del pasado se acomodan sobre la mesa, que junto a una vajilla de época, nos ofrece un café que nos acompaño como testigo.
Antes de retirarme observé en sus ojos la mirada de un pasado cargado de nostalgias y vivencias pero con la paz de haber recorrido un camino del brazo a sus afectos y con el insustituible paisaje del barrio, el mismo que la vio nacer.


EN LAS FOTOS AL CUMPLIR SUS 90 AÑOS LA ACOMPAÑA NORMA SU HIJA Y GRACIELA SU SOBRINA NIETA.

jueves, 3 de marzo de 2011

Las Alas del Tiempo

El lugar Piedimonte Etneo, un pueblito de muy pocos habitantes la mayoría dedicados a la agricultura, la crianza de ovejas y ganado, orillando el Monte Etneo, en la provincia de Catania, Sicilia. Allí comenzó esta historia, hace dos siglos.
Insuficientes sitios eran fértiles para las necesidades de los habitantes, aún así nada permanecía sin utilizarse, además el pié del norte con su poder económico hacia de las suyas.
Campos mezclados entre las montañas eran el espacio para el pastoreo de los animales, las plantaciones de los olivos, naranjos, limones y de todo aquello que la tierra podía ofrecer.
Un acompañante famoso y visitante no deseado, cada tanto hacía de lo suyo. Las erupciones del Etna, era la preocupación de todos.
Las casas construidas según las concepciones sureñas, sus tejas de color terracota rosado y la cantidad de habitaciones, eran la carta de presentación sobre la situación económica de cada familia.
Un día caluroso de pleno verano, el Siroco, pegaba con furia. Los familiares esperaban en una habitación contigua, la llegada de una nueva habitante al pueblo.
Si bien Alfia, la madre, había parido tres hijos, este parto era muy diferente pues la matrona que la había atendido en los otros alumbramientos, era vieja y pese a su experiencia ya no tenía esa impronta para atender un parto delicado.
La palmada y el llanto fueron la presentación, nacía el 12 de agosto de 1884 Antonina.
Su tez blanca, su cara redonda como la luna llena, sus cabellos lacios renegridos, potenciaban los ojos del color miel.
La situación económica del matrimonio era para la época buena. Don Cavallaro, su padre era un hombre dedicado al campo y los negocios.
Poseía una chacra donde además de cosechar verduras y frutas de estación, tenía unas vacas y ovejas, comercializando la leche y los quesos de excelente calidad, en la ciudad vecina, Catania.
Las usanzas de la época, el apego a los sentimientos de antaño y el sabor de las tradiciones para el matrimonio eran un culto, al igual que el dialecto y así se los transmitían a sus hijos.
No extrañó que con apenas ocho meses Antonina bautizada en la Iglesia de San Ignazio.
La vida familiar transitaba sin mayores inconvenientes. Los hijos concurrían al colegio, los varones en sus tiempos libres colaboraban con las tareas de Don Cavallaro y las mujeres ayudaban a su madre con las labores de la casa, completando su educación con el aprendizaje de la costura.
Pasaban así los años sin mayores novedades. Salvo un par de erupciones del Etna, que había traído inconvenientes en las cosechas de olivos y trastornos respiratorios a las habitantes del pueblo.
A unos cincuenta minutos caminando en medio de la montaña, vivían Don Ventura y Carmela. Del matrimonio una tarde del 15 de noviembre del año 1882, nació Salvatore.
Don Ventura trabajaba en el campo, cuidando y dándole de pastar a los rebaños en las montañas.
La situación económica era muy ajustada, es así que siendo aún un niño, Salvatore, hubo de ayudar a su padre en las tareas rurales.
Cada domingo Antonina y Salvatore, concurrían a la misma ceremonia religiosa y por esas cosas del destino, su ubicación era siempre la misma, el sexto banco de la izquierda del altar.
Debido a ello nació un especial conocimiento.
… Un domingo, al finalizar la misa, Salvatore le pidió acompañarla un par de cuadras y en una esquina mirando el Etna le manifestó su sentimiento, se había enamorado.
Ella con el rubor propio de la adolescencia, no le contesto y luego de saludarlo a la distancia se retiro.
Si bien ambos no comentaron nada a nadie, esa semana fue muy especial. Cada uno esperaba el domingo con angustia principalmente Salvatore, pues ansiaba la contestación, que no se hizo esperar, Antonina aceptó el convite.
Al enterarse los padres, Antonina fue castigada. Únicamente podría salir de su casa si era acompañada por alguno de ellos.
Las diferencias sociales de ambas familias empezaban a hacer lo suyo, aun así con el paso del tiempo y la verdad de los sentimientos la relación culminaría en un romance.
Salvatore era un joven apuesto, fuerte, soñador, trabajador y ambos estaban enamorados.
Los padres de Antonina ponían distancias y obstáculos a la relación, pero pese a ello, ambos se las ingeniaban para verse.
Algunas veces a la distancia, en otras ocasiones gracias a los oficios de una buena amiga de Antonina, que con alguna excusa e imaginación intercedía para que se pudieran encontrar.
Un día decidieron casarse y Antonina se lo comunicó a su padre, éste se opuso terminantemente, así y gracias a la intervención, de Doña Alfia, lograron su objetivo.
La ceremonia se llevo a cabo en la Iglesia de San Ignazio, lugar donde ambos fueron bautizados y en donde se conocieron.
Del matrimonio nacieron Alfia, Carmela, Salvador, Ignazio, José y Rosa.
Las necesidades eran muchísimas y los padres de Antonina para nada ayudaban.
Antonina aprovechaba lo que había aprendido y en una máquina de coser confeccionaba ropa, y Salvatore caminaba las pasturas como peón de campo.
La guerra, una gran erupción del Etna y una de las peores sequías, castigaron a los habitantes del pueblo.
Es así que con la fuerza que da la juventud y las necesidades decidieron emigrar.
Bien sabían que el suelo que iban a dejar, aquel que amarra los sentimientos, ese suelo que da el ser y modela la identidad, quedaría atrás.
Así dejaron el lugar de su infancia aquel que pobló sus sueños, pero fueron buscando un espacio que le permitiera vivir con dignidad y alumbrar la esperanza de hacer volar sus sueños. Serían pues los artífices de su propio destino.
Empacaron sus pocas pertenencias y junto a sus hijos, tomaron una mañana el tren hasta Génova.
En el buque Valdivia, un 15 de marzo del año 1921 partieron al por entonces llamado, granero del mundo, Argentina, arribando el 5 de abril, a la Ciudad de Buenos Aires.
Luego de la revisión médica de rigor fueron aceptados y alojados por espacio de un mes en el Hotel de los Emigrantes.
Allí aprendieron unas pocas palabras en español y algunas costumbres e historia de su nuevo país.
Al finalizar su estancia en el hotel, la familia se radicó en un pueblo rural a unos 100 kilómetros de la capital, “San Andrés de Giles”.
Gracias a un primo que se había instalado allí, Salvatore consiguió trabajo como peón de una estancia debido a sus condiciones y experiencia en las tareas rurales.
Ya otro sol los acariciaba y por las noches esa luna que los había enamorado, se veía diferente.
En la nueva tierra, Salvatore, siguió cultivando el suelo y trasmitiendo esa cultura que se hereda,… “el trabajo”.
A medida que transcurrían los días se intercalaban y se entrelazaban con las costumbres y los habitantes de éstas tierras, mientras que Antonina ayudaba reparando la ropa a la familia, los vecinos y los dueños del campo.
La casa que habitaban era modesta. Paredes de adobe, techos de paja, piso de tierra, una cocina a leña, un aljibe y un baño situado a unos metros de la casa resultó su nuevo hogar.
Al poco tiempo pudo comprar una chacra, seguía siendo un campesino, pero ahora la tierra negra y fértil que transpiraba era propia.
Habían pasado apenas cuatro años cuando Antonina, enfermó y pese a recibir los cuidados necesarios, al poco tiempo falleció.
No fue fácil la vida para ninguno. Alfia la hija mayor ofició de madre cuidando a sus hermanos, mientras su padre Don Salvatore trabajaba en las tareas del campo. Eran épocas difíciles, pero habitaban en paz y tenían que comer.
Son insondables, las vueltas de la vida. Habían perdido a la persona que los niños más necesitaban la que fue reemplazada por otra mujer de la misma sangre y con el mismo nombre de su abuela “Alfia”.
Entre necesidades, falta de educación y duro trabajo fueron pasando su existencia.
Transcurrieron los años y cada uno comenzó a transitar por el camino de la vida, creando su propia familia y consolidando su destino.
Pero pareciera que el destino y las circunstancias a algunas personas les tienen asignado un rol especial. Alfia se caso y de su matrimonio nacieron dos hijas, Enriqueta y Silvia.
Pasaron los años y Alfia la única por entonces viva, enfermó.
Como ninguno de ellos pudo regresar a su tierra, una tarde sobre el fin de la primavera, viendo caer la lluvia desde la ventana de su habitación, sabiendo sobre su próximo destino, Alfia decidió que antes de morir, debía volver al lugar donde se había iniciado esta historia y que sus hijas Enriqueta y Giuliana, la acompañaran.
Rápidamente pusieron manos a la obra y un domingo 20 de diciembre partieron rumbo al terruño que la había visto nacer.
Así llegaron luego de unas horas de vuelo a su pueblo natal. Que diferencia, pensaba Alfia, con aquel tedioso viaje que los trajo a estas tierras.
Cuantos años habían pasado desde aquella lejana partida. Que pocos cambios lucia el pueblo, solo advirtió en él, las arrugas del paso del tiempo, como esperando las caricias del regreso de sus hijos. La emoción la embargó al llegar frente al número 44 de Vía Borgo.
La puerta que la recibía era la misma que la despidió al partir y que ella bien la recordaba. Además el olor a los recuerdos, le produjo esa sensación del volver al pasado.
Cuantos años habían transcurrido sin cruzar esa puerta y ahora estando allí, no sabía con lo que se encontraría, quienes serían sus moradores y si le permitirían llegarse a lo que había sido su pesebre.
Pasado ese momento de estupor, al golpear esa puerta de recuerdos, una señora con un pañuelo oscuro en su pelo, un vestido hasta los tobillos y con unos zapatos enterizos negros, abrió el dintel del pasado.
Luego de darse a conocer, le permitió ingresar. Sentado en un sillón de mimbre, el esposo recordó que al comprar la casa los antiguos moradores, le habían dejado un paquete.
Con sus manos temblorosas y con mucho cuidado desató el moño de color rosado que sostenía a un ajado y pajizo papel que en su interior contenía unas fotos amarillentas de sus hermanos y padres con la impronta de la partida y un diario íntimo y personal de su abuela Alfia, en cuya primera hoja había escrito: “No se quién será el duende que me recogerá, solo se que será alguien que alguna vez partió de ésta casa en busca de su propio destino. En estas hojas están los sentimientos del tiempo que no pudimos compartir. Lo que sigue es la historia de nuestra familia, que también es la tuya”. Repasó con la mirada la biblioteca que bien recordaba, observó las mejillas húmedas de sus hijas emocionadas, y de reojo miró el almanaque que en un estante lucía y entonces comprendió el milagro. Era un 24 de diciembre, “Ese fue su mejor regalo de Navidad”.

viernes, 14 de enero de 2011

NACIO JUAN CRUZ



La primera alegría llegó a la familia. El primogénito. El 8 de Enero de 2009, nació Juan Cruz.
Caminaba por el barrio con una sonrisa permanente, demostrando lo feliz que me han hecho, Anabella y Carlos.
Todos los que fueron abuelos me comentaban como me iba a cambiar la vida, y en verdad mucho no les creía. Pero ahora debo decir que sí, que me cambió la vida, y me da mucha alegría.
Llegó con toda felicidad, y ni que contar la alegría de padres y abuelos. Gracias Chicos, por tanta felicidad. El pasado 8 de enero cumplió 2 años, así que nos regaló su amplia sonrisa, y ese hola elo, que tanto esperaba y que me hace refeliz.

Nació Malena

Una alegría más, El pasado 14 de agosto de 2010, nació mi segundo Nieto.
Una dulce total. La segunda de la descendencia de Anabella y Carlos.
Llegó con toda felicidad, y ni que contar la alegría de padres y abuelos. Bienvenida MALENA.
Ahora su hermano Juan Cruz, tiene compañía. Estamos todos más que felices. Gracias Chicos, por tanta felicidad.

jueves, 13 de enero de 2011

ABI - Un Año Más - Fiesta Fin de Año - 2010

Un año más finalizó y como hace 52 años los chicos que el hogar cobija tuvieron su fiesta de fin de curso.
Nos reunimos en nuestra sede de la calle Guaminí 1151 el pasado 15 de diciembre en donde los niños, sus padres y allegados pasaron un momento de alegría y esparcimiento.
Los alumnos del Colegio San Pio X, además de engalanar la fiesta con globos, guirnaldas y música, propiciaron la presentación de una obra de Títeres Gigantes. También se hizo presente Papá Noel entregando a cada uno de los chicos que el hogar cobija un regalo navideño.
Acto seguido se realizó un emotivo homenaje a Hernán y Melina, dos chicos que culminaron los estudios de la escuela primaria, entregándoseles un diploma y una cadenita que recuerda su paso por ABI.
Este ha sido un momento muy emotivo, pues ambos con lágrimas en los ojos agradecieron por los momentos pasados y la oportunidad recibida.
Al final del acto el Presidente, Ignacio Messina, agradeció a todos los colaboradores del hogar, en especial a Elena, Susana y Alicia que codo a codo todos los días dan lo mejor de sí para que el hogar siga adelante.
También expresó el Sr. Presidente que este año ha sido muy difícil, mayores gastos y menores ingresos hicieron de lo suyo.
Así y todo seguimos adelante y tuvimos que agudizar el ingenio y salir a buscar nuevos amigos que nos acompañen en esta gesta.
Pese a todo llegamos al final del año con alegría, conseguimos completar y poner en marcha la sala de computación, logrando a su vez la conexión a Internet.
Seguimos creciendo gracias al aporte de numerosas personas e instituciones, que además del necesario dinero para atender las erogaciones mensuales, aportaron para sustituir algunos elementos necesarios para el desenvolvimiento como han sido una Heladera, Un Lavarropas y un Microondas nuevos.
Además personas individualmente han aportado comida en colectas realizadas en el curso del año. Creemos haber aportado con nuestro humilde trabajo el grano de arena necesario para propiciar que algunos chicos puedan estudiar y ser útiles a la sociedad y en especial a ellos mismos.
Cerró diciendo estamos esperanzados en seguir adelante, solo esperamos la ayuda de las manos solidarias a la que nos tienen acostumbrados. A todos muchas, pero muchas Gracias y como siempre les decimos que los necesitamos para que el hogar pueda seguir y crecer.

ABI - Nos Visitaron los Abuelos del Hogar Gorriti

El pasado primero de diciembre de 2010, como todos los años, los chicos que el hogarcito ABI cobija, se reunieron con los abuelos del Hogar Gorriti, del barrio de Palermo.
Esta vez ellos nos visitaron – por lo general vamos nosotros – con su Terapeuta Ocupacional Paula Karaman, que es la persona con la cual todos los años combinamos estos encuentros.
Luego de los tradicionales saludos emocionados de chicos y abuelos se les ofreció un Lunch con tortas, alfajores y bebidas.
Con alegría los abuelos hicieron de las suyas, pues habían traído juegos y adivinanzas para que los chicos participaran.
Este fue un atractivo momento de esparcimiento y camaradería, contemplando como grandes y chicos se pueden comunicar y entretener con cosas simples pero de interés para ambos.
Otro momento de emoción y muy grato fue cuando abuelos y niños intercambiaron relatos de sus vivencias y actividades diarias.

Por último llegamos al tradicional cambio de obsequios, los abuelos entregaron a nuestros chicos artesanías que hicieron con sus propias manos y golosinas y nuestros chicos le entregaron dibujos que en los tiempos libres fueron realizando dedicándolos a cada uno de los abuelos.
Nuestras anfitrionas Elena, Susana y Alicia, le hicieron entrega en nombre de nuestro hogar del libro “Liniers Contame tú Historia”, dedicado por el autor, que versa sobre la evolución e historia de nuestro barrio, y que será el primer libro que tendrá la biblioteca del Hogar Gorriti, objetivo propuesto para el próximo año.
Esto de unir edades es un encuentro enriquecedor, que nos transmite inmediatamente al recuerdo de nuestros abuelos que nos daban los gustos y comprensión.
Me puse entonces a pensar como cerrar esta nota entonces recordé a Platón cuando dentro de sus invalorables pensamientos dijo: El cuerpo humano es el carruaje; el yo el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos.

miércoles, 12 de enero de 2011

Hola Mora

Nació mi tercer Nieto. Una Chancleta. Bienvenida al barrio. Se Llama “Mora” y es hija de María Eugenia Giammatteo y de Rodrigo Messina. Pesó 2:800 Kg. el 28 de septiembre de 2010. Con su nacimiento se completó la trilogía, pues es el tercer nieto. Estoy re feliz y con un gran babero. Gracias Chicos por la llegada de ésta nueva Linierense y por tanta felicidad.

Biblioteca Casa de la Cultura de Liniers


Para comenzar a hablar de ésta biblioteca, deberíamos primero hacer un poco de historia. Tres instituciones se unieron a través del tiempo junto a vecinos participativos y posibilitaron tener en nuestro barrio una nueva biblioteca popular, en donde la cultura tuviera su espacio.
En el año 1905, un grupo de vecinos de la mano del farmacéutico, Don Oscar Pagniez crearon una Sociedad de Socorros Mutuos, que luego la conocimos como “La Cosmopolita de Liniers”, con el fin de proveer a los habitantes de la por entonces “Villa de Liniers” un espacio donde recurrir ante algun inconveniente de salud, debido a que el barrio en su constante evolución sumado a la incorporación de obreros a los Talleres del Ferrocarril trasladados desde Tolosa así lo ameritaba.
Hubo de pasar muchos años y en el año 1954 de la mano del Ingeniero Salvador Idiart un grupo de 22 amigos gestionaron ante “Rotary Internacional”, la posibilidad de que Liniers tuviera su club rotario. Luego de múltiples peripecias y trámites esta entidad vio la luz un 25 de junio de 1954 cuando llegó una carta del Rotary Internacional firmada por José Serratosa Civiles donde informaba que en la reunión del 16 de junio de 1954 se había aceptado el pedido, y le daba la bienvenida a Rotary Internacional.
Como siempre el paso el tiempo propició que de la unión de ambas instituciones un 25 de junio de 1994, fuera inaugurada la “Casa de la Cultura de Liniers” fecha en la cual el Rotary Club de Liniers cumplía sus 40 años de trayectoria a favor de la comunidad.
Hablamos de que la unión hace la fuerza, es así que con el paso de los años estas tres instituciones, propiciaron la creación de una “Biblioteca Popular y Pública”.
La Sociedad Cosmopolita propiciando el espacio para la fundación de la Casa de la Cultura, El Rotary Club de Liniers ejerciendo la tarea de crear un espacio para la cultura y La Casa de La Cultura de Liniers propiciando las obras y construcción del espacio edilicio en donde estos días los vecinos y alumnos tienen un sitio donde leer o consultar material bibliográfico.
Como siempre la tarea fue intensa, reuniones aprendizajes, y el apoyo de “La Comisión Protectora de Bibliotecas Populares”, hizo posible que se oficializara la constitución de la entidad cuyas primeras autoridades fueron Presidente: Ignacio S. Messina, Vicepresidente: Gregorio Ucero, Secretario: Mario Alberto Coloccini, Prosecretario: Isidoro Casal, Tesorero: Antonio Emilio Acosta, Protesorero: Salvador José Pancallo, Vocales Titulares: Tomas Héctor Perujo, Enrique Linares y Mario Francisco Agradi. Vocales Suplentes: Gustavo Serratore, Víctor Eusebio González y Armando Iribarren. Revisores de Cuenta Titulares: Francisco Fernández Ochoa y Jorge Eduardo Rodríguez y Revisores de Cuentas Suplentes: Osvaldo W. Bigi y Luis Noval.
Así el 25 de Agosto del año 1995 quedó oficialmente inaugurada la biblioteca en un acto donde el por entonces prestigioso Director de la Biblioteca Nacional Don Héctor Yanover, cortó las cintas quedando a disposición de los vecinos del barrio.
Atrás quedaron los primeros libros donados por las Damas de la Rueda Femenina del Rotary Club de Liniers. Poco a poco su material bibliográfico fue creciendo.
Hoy con algo más de 9.800 libros, videos, material bibliográfico, y una invalorable Hemeroteca está disponible y al alcance de todos.
Parte de ese material está depositado sobre los estantes originales de la antigua Biblioteca Nacional o del mueble realizado por los obreros del ferrocarril por los años 1910.
Los destinos de la biblioteca hoy son llevados adelante por el Arquitecto Isidoro Casal – Actual Presidente - y un grupo de colaboradores que procuran día a día con sacrificio personal que la obra siga adelante.
La Biblioteca es también sede de la “Federación de Bibliotecas Públicas”, en sus instalaciones se realizan talleres literarios, también ha sido espacio para recibir al Bibliomovil impulsado a través de la Comisión de Bibliotecas Populares”, entre tantas otras actividades.
Además de contar con equipamiento de computación de última generación sus puertas están abiertas todos los días de 15:00 a 19:00 Hs.
Quería dejar como mensaje final que así como la biblioteca fue posible gracias al esfuerzo de muchas personas hoy sería bueno y necesario que los vecinos se acerquen a colaborar o se asocien para mantener vivo los principios de aquel viejo dicho “es mejor dar que recibir” y puedo asegurarles que los libros si bien no enseñan todo, leerlos no hace daño.