lunes, 21 de noviembre de 2011

Los Relojes de Liniers ya no nos darán ni la hora

El pasado 29 de octubre, uno de los comercios más antiguos de Liniers cerró definitivamente sus puertas.
Se trata de la histórica relojería Valladares, de Montiel 108. En una de mis habituales visitas al local, me llamaron la atención algunas conversaciones entre los clientes y Carlos Panatti, o simplemente "Carlitos", como tantos vecinos conocen a este antiguo habitante del barrio, que durante tantos años se ubicó detrás del mostrador de la joyería, inclinado sobre un reloj pulsera y apretando con la ceja derecha el monóculo.
Una señora le entregó un reloj para reducirle la malla, y una vez realizada la modificación preguntó sobre el costo de la compostura.
La respuesta - como tantas otras veces - fue contundente: "nada señora". Más tarde, otra persona pagó dos pesos por un arreglo.
Carlitos forma parte de aquellos viejos comerciantes que hicieron época, aconsejando sobre alguna compostura y cobrando un precio justo, sin avivadas.
Hasta que de pronto, el entrañable relojero de Liniers deslizó al pasar "en unos días cierro".
Un manto de silencio cubrió el local. Uno a uno fueron ingresando clientes que informados sobre la novedad, se preguntaban incrédulos "¿es verdad? ¿y ahora qué hacemos?".
Es que desde su histórico local de Montiel 108, Valladares marcó el tiempo en Liniers de la mano de Gilberto Pritz, que desde 1937 y hasta el 5 de febrero de 2003 cuando falleció, estuvo al frente del comercio, haciendo un culto de su profesión.
Como aliado inseparable, desde el 15 de abril de 1957, Carlitos llevó adelante la incansable tarea de arreglar los relojes de todo habitante de Liniers que se acercara hasta su local.
Cómo no recordar el espíritu jovial de Gilberto, sus bromas y la alegría con las que atendía a todos los clientes, secundado a la perfección por Carlitos que, como Portales a Olmedo, le daba el pie necesario para rematar sus humoradas.
Casi como homenaje a este verdadero símbolo del comercio de Liniers, podríamos hablar de la historia del reloj, desde el día y la noche de los primeros habitantes del planeta, de los relojes egipcios, romanos, chinos, mayas o incas, de los relojes a péndulo, de los de sonería, los de mesa o los de pié, de los despertadores que por las mañanas nos invitan a levantarnos y que tanto maldecimos, de los de muñeca, caros y con estilo o baratos, de aquellos que conservamos como reliquia que pertenecieron a nuestros antepasados, los reloj cu-cu y los cambios de horarios de verano a invierno y viceversa.
Esa es una opción, la otra es prolongar en la memoria colectiva de los vecinos el recuerdo de la joyería Valladares, que no sólo marcó los tiempos en el barrio, sino que nos permitió conocer a dos bellos personajes que, a decir verdad, siempre estuvieron prontos para dar la hora en el momento justo.