lunes, 21 de mayo de 2012





ALFREDO PLANK Y LUIS URSI, 
EL SABOR DEL ENCUENTRO
 
El odontólogo Ursi y su paciente y amigo Plank, en el consultorio del primero, donde comenzarían a desandar sus recuerdos de juventud
 
Luego de varios años, dos entrañables personajes de Liniers volvieron a estrecharse en un abrazo.
Hace algún tiempo alguien me dijo que los reencuentros luego de muchos años, siempre son un regalo de la vida. Y tenía razón. Días pasados transitaba con mi amigo, el artista plástico de Liniers Alfredo Plank, que está de regreso en Buenos Aires luego de exponer en el Consulado Argentino en Barcelona, cuando en la esquina de Palmar y El Hornero nos encontramos en la puerta de su consultorio, con el odontólogo Luis Ursi. Sorpresa y motivo más que suficiente para ese abrazo casi juvenil, y saber sobre la salud de ambos, su vida familiar y comenzar a destejer esas viejas y entrañables historias dormidas, que como por arte de magia afloran inexorablemente en momentos como ese.
Imposible entonces que no apareciera en la charla la querida escuela Félix de Olazábal, en Ramón Falcón y, por imposición de ambos y en homenaje a aquellos años felices, Tellier (hoy Lisandro de la Torre), que fue parte de esas primeras evocaciones.
Pero como la charla amenazaba con extenderse y el fresco de la tarde de un otoño flamante había llegado sin pedir permiso, Ursi nos hizo pasar a su consultorio, en cuya sala de espera luce una obra del eximio fileteador Martiniano Arce, donde continuó el encuentro.
Luis se casó con Noemí Susana Trica, conformando una familia junto a su hijo Martín Andrés. "¿Te acordás en junio de 1955, el día que se armó esa escaramuza en Tellier y Palmar, cuando los soldados apostados allí se despacharon contra el avión que sobrevolaba el barrio y el susto que teníamos?", le preguntó el doctor a su amigo Plank, que no tardó en responder. "Claro, si al otro día todos decían que la guerra había llegado a Liniers".
Alfredo recordó a Mario Pucciarelli, notable pintor que afincado desde hace años en Italia, nunca más regreso por estos pagos. Otro personaje de antaño resucitado en la charla fue el Hortelano, que vivía en Ventura Bosch entre Palmar y Tellier, y que tantas veces retrata en estas páginas con su pluma simpática y mordaz, el querido Carlos María Caron. "Era un talentoso escritor pero a la vez un personaje bastante extraño", recalcó Plank, y agregó entre risas "recuerdo que se pasó dos años en la cama porque quería ver pasar el tiempo, hasta que un día la muchachada lo depositó con cama y todo en la plaza, frente al busto de Sarmiento".
También pasaron por el tamiz de los recuerdos el viejo Alfredo Conde, director de escuela y, según se creía, la encarnación de Pestalozzi. "Se pasaba horas en la plaza desagraviando a Sarmiento, cuando los jóvenes de entonces, cada tanto, le ponían un sombrero o una bufanda a la estatua", recordó Ursi con su pulcra sonrisa de odontólogo.
Y mientras la tarde mansa colmaba el aire con el gorjeo incesante de los gorriones, .a los pocos minutos aparecieron en escena los inolvidables artistas plásticos del barrio, como el Tano Tomás Di Taranto, Alfredo Corace y Segundo Pérez, que tenía su atelier y vivienda en Ramón Falcón entre Tellier y Martiniano Leguizamón, y cuyas obras fueron insertadas en los billetes de Lotería. Pero además se sumaron al recuerdo los artistas Rómulo Maccio, Leopoldo Presas, Carlos Alonso y Pérez Celis, con quien tanto Plank como Ursi, transitaron juntos por la vida.
Ursi recordó especialmente su paso como docente en la escuela primaria de Tellier al 1100 (la 10 del DE 20), donde se desempeñó durante varios años, y cuyos ingresos le permitieron solventar sus estudios en la universidad.
Y cómo olvidar el campito de la hoy Manzana de Oro, en Carhué y Boquerón, o el potrero de Ramón Falcón y Murguiondo, sitios que además de ser sedes obligadas para los picados y partidos de fútbol, se llenaban de color y algarabía cada vez que paraban los circos, los mismos que al retirarse, dejaban esa particular aureola en la tierra que, como dice Jairo en una de sus canciones, pareciera que allí hubiera dormido el niño Dios.
Y hablando del de arriba, también surgió la evocación de la iglesia y capilla del pueblo "Las Nieves", y el grato recuerdo para el cura Gatti, que ataviado con su sotana negra, trataba que algunos jóvenes ingresaran al seminario.
"Donde pasamos momentos inolvidables fue en los cines de Liniers", irrumpió Plank. "Tenés razón -lo apoyó Ursi- el Canadian y el Edison, que para entrar tenías que ir con saco y corbata, y si no tenías corbata te daban una en la boletería". También recordaron a El Capitolio, donde pasaban tres películas por 10 centavos.
Luego serían parte de la charla las calles de tierra, Ramón Falcón, Pilar y el Sargento Ponce a caballo corriendo a los pibes a la hora de la siesta, la comisaría y los bomberos de Albariño, los chocolates de los días patrios y las interminables fogatas de San Pedro y San Pablo.
Ursi sigue con su tarea educativa en la universidad de Maimónides, como profesor asociado, dictando los cursos de Diagnóstico por Imágenes, lo que no le impide continuar atendiendo su consultorio de Palmar. Plank reparte su tiempo entre su querido Liniers y Alemania, donde está radicado desde hace varios años y es reconocido por su exquisita labor artística.
Como pidiéndole permiso a la tarde, finalmente la noche se hizo presente. Y tras haber transitado los pasajes, las calles y los consabidos personajes de la época, un fraternal abrazo de despedida sirvió de aval a la fiel promesa del reencuentro, sin fecha fija en el almanaque. Porque si como me dijeran aquella vez, los reencuentros y su infalible caricia para el alma, son un regalo de la vida, mejor entonces que lleguen sin avisar.