martes, 13 de septiembre de 2011

Una Historia de Inmigrante - María Adela López Martínez

Caminaba días pasados, tratando de distinguir los olores de las flores en los jardines. Me llamó la atención una abuela que tirando de un changuito, que se le había trabado en unos de los tantos pozos que adornan las veredas, luego de realizar las compras en los comercios de la zona. Hacia esfuerzos para liberarlo, así que me acerque y le ofrecí ayuda.
Su acento era muy particular, así que luego de enterarme sobre su nombre “Adela”, aproveche para hacerle algunas preguntas y pedirle que me contara sus vivencias, luego de algo más de 50 años de permanencia en el barrio, poco esperanzado de que accediera por los problemas de inseguridad.
Grande fue mi sorpresa cuando de muy buena manera me invitó a tomar un café, así que nos dirigimos hasta su casa sita en la calle José León Suárez al 700. Como digo siempre, detrás de cada puerta hay una historia y cosas que contar.
Esta es la vida de una inmigrante llegada hace cerca de 60 años proveniente de un pequeño poblado de no más de treinta personas cerca del límite de Asturias y León, “Monasterio de Hermo”, lugar en el que aún se conservan las tradiciones y costumbres.
El primer recuerdo fue para sus padres y su casa de piedra en donde en la planta baja las ovejas y unas pocas vacas eran guardadas como el oro, pues de ellas y el sembrado de una pequeña área dependía su subsistencia.
Pero comencemos diciendo que sus padres Daniel y Adonina llegaron al país en los primeros años del siglo pasado para servir en la familia Bullrich. La estadía duro algo más de cinco años, luego de los cuales regresaron a España.
Allí se consolidó la familia, naciendo sus hermanos, Amalio Benito, Ana Maria y Alicia Maria.
Pero las guerras en Europa estaban haciendo lo suyo, la miseria resultaba insoportable. Además del hambre, el poco estudio recibido de la mano de un tío con pocas actitudes de trasmitir los rudimentos de lectura, motivaron la decisión de emigrar.
Primero llegó su hermano mayor Amalio Benito, y luego año tras año cada uno del resto de la familia, los últimos en llegar fueron sus padres.
A medida que arribaban eran recibidos y cobijados en la casa de unos tíos en Ciudadela, sobre la hoy Avda Gaona, de tierra, zanjas y en donde la huellas de los caballos en invierno se pintaban de blanco debido al intenso el frío.
Luego conoció a Victorio un porteño nacido en el abasto, radicado en Ciudadela dedicado al rubro de la gastronomía, conformando una familia y se afincaron en su actual casa.
Supo de los delivery de su época, el lechero, el vendedor de gallinas, el panadero y el verdulero, las calles de tierra, la llegada en horario de los trenes y el esfuerzo de muchos de tener un sitio digno donde habitar. Del Matrimonio nacieron Juan Daniel y Cristina Mónica.
Victorio luego de establecerse en el barrio, desarrolló su actividad gastronómica en la pizzería “El Trébol”, ubicada en la Avda Gral. Paz, ya desaparecida, y coronaron con su anhelo de aquello “mi hijo el doctor”, pues ambos son contadores.
Seguro que ese changuito seguirá rodando sobre nuestras veredas, con orgullo seguirá mostrando el libro editado por la academia Asturiana de Heráldica y Genealogía, donde la historia de la familia López Martínez, su casa y el escudo familia tiene un lugar destacado, pero también la incertidumbre de imaginar la tierra que la vio nacer.
Esta es la historia de uno de tantos inmigrantes que con su esfuerzo y dedicación sumaron para que el barrio creciera. No me puedo olvidar de su jardín que tan bello se ve en la foto, pues son parte de su vida, el trabajar la tierra.

Fotos: Escudo de la familia y Capilla de Hermo.

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