viernes, 2 de noviembre de 2012

La Copa Rota


 La Copa Rota

Ese día me había demorado pese a que el despertador sonó en el horario habitual, seis de la mañana.
Esos cinco minutos de fiaca, se convirtieron en casi media hora, así que el apuro se apoderó de mí.
Al salir de casa advertí que lloviznaba, así que apuré el paso, para tomar el colectivo que me transportaría al trabajo.
A diferencia de otros días y pese al mal tiempo, éste llegó a horario y para sorpresa encontré un lugar donde sentarme.  
Así que esta historia se desarrolló en el tiempo, con la que compartí el viaje con aquel hombre, que había subido delante de mí.
Por el aroma de su perfume importado, su vestimenta y el caro reloj que lucía,  no eran de las personas que habitualmente estaba acostumbrado a ver en ese horario.
Al partir mi novia me llamó al móvil en un horario no habitual, el llamado me sorprendió y al parecer mi contestación no debe haber sido muy buena.
Así que esa situación y el tiempo dieron por iniciada una conversación y la presentación.
Era Pedro, que ese día tomaba el colectivo pues su coche lo había dejado en el service.
La conversación fue tomando cuerpo, así me convertí en la oreja de un relato, que acompañé con un silencio protector y cómplice.
Yo me dijo, tengo todo lo que un ser humano anhela, casa, coche importado, un trabajo más que importante, viajes por el mundo, una buena cuenta bancaria, pero luego de unos cuantos años entendí, lo malo de callar lo que sentimos y el riesgo de perder lo que queremos. “Supuse palo para mi gallinero”.
Por si te sirve te voy a contar una historia de juventud.
Vivía en un barrio del conurbano y  recuerdo que los domingos cortaba el césped del jardín de mi casa, con la excusa de ver pasar a una joven que con toda naturalidad, pasos cortos, gracia y llena de vida, pasaba con su bolsa luego de comprar en la panadería.
Iban pasando los días y pese a que nos mirábamos no me animaba a entablar una conversación.
Un día en la iglesia del barrio luego de la misa de las once, al salir volvimos a cruzarnos entonces fue la primera vez que me animé a saludarla.
Esa semana fue un suplicio, esperaba verla pasar nuevamente rumbo a la panadería,  hasta había ensayado el saludo y como comenzar una conversación, pero no se produjo el tan esperando encuentro. Una vez más me sentía acongojado. 
Aquel sábado los curas habían organizado una quermese para recaudar fondos, así que todo el barrio estaba colaborando.
Grande fue mi sorpresa al verla llegar. La angustia, falta de experiencia y vergüenza me hicieron esconderme junto a unos amigos que andaban por allí. Era incomprensible tanta torpeza.
La observaba de reojo, esos cabellos rubios hasta el hombro y el vestido acampanado floreado me incentivaron para dar ese paso que tanto ansiaba.
Esa primera charla fue el detonante de que el corazón se paralizara. El amor había entrado en por la puerta grande. La ilusión del amor se había hecho presente.
A esta altura, lo observaba en silencio, notando como su cara se transformaba ante el relato.
La primera sita fue un domingo a la hora de la siesta  a escondidas. Me parecía haber tocado el cielo con las manos y el primer beso.  
En las eventuales llamadas de teléfono, imaginaba el lugar donde estaba, sus sentimientos y un futuro juntos.
Pero cierto día un familiar nos vio de la mano en una tarde de pleno verano, suficiente causa para que sus padres determinaran que yo no era un partido apropiado, razón por la cual todo terminó, sin hablar sin despedirnos sin nada.
Hube de enterarme por conocidos  de que la habían enviado en un viaje a Italia.
Había pasado un tiempo y en una oportunidad en unos de esos bailes de carnaval,  la vi junto a un muchacho. Mas tarde en la puerta de un negocio de ropa la volví a ver, pero nuevamente el amor me paralizó,  una vez más dejé pasar la oportunidad.  Nunca  más supe de ella.
Busque infructuosamente saber algo de su vida, aunque más no sea desde el anonimato pues conocía gente vinculada a su familia, pero las puertas una vez más se cerraban.
La historia quedó en el recuerdo, como una triste experiencia del amor de juventud, pero esa llama nunca se apagaba.
Terminé mis estudios universitarios,  forme una bella familia, conseguí casi todo lo que ambicionaba, pero la historia y el deseo de volverla a ver y saber algo de ella me perseguía.
A esta altura de mi vida nada era como antes, sabía bien lo que quería, nada me amedrentaba, no dejaba pasar ninguna oportunidad ya no era ese joven temeroso, aun así ese pasado que había dejado escapar me confundía.
Cada tanto volvía a los lugares que en nuestra juventud habíamos transitado, regrese a la iglesia y a la misa de once, recorrí las calles pero nuevamente el destino me cerraba las puertas.
La modernidad y los adelantos de la comunicación me posibilitaron ubicarla, estaba decidido en esta oportunidad de no fracasar, volverla a ver, saber como le había tratado la vida y confesarle mis recuerdos.   En ese momento el colectivo frenó bruscamente pues unos coches habían chocado delante nuestro, ese acontecimiento suspendió el relato.
Por un momento recordé algo de lo que alguna vez leí de Cortazar que algo así decía:  “Amor mío, no te quiero por vos ni por mí, ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía…”  Así que pensaba cuanto de Ego tenia su historia.
Pasado el momento las cosas volvieron a la normalidad, pero ya Pedro tenía que bajar y solo atinó a decirme, cuando la encontré escuche nuevamente su voz,  los años habían pasado para ambos pero en mi interior seguía siendo aquella niña y el primer beso, otra vez el corazón se me paralizó, pero sabes  una cosa: “ella ni se acordaba de mí”. Que al Pedo la recordé siempre, bueno Chau…
Entonces me repetí varias veces aquello de…. El que vive de ilusiones, muere de decepciones.

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