Ese día me había demorado pese a que
el despertador sonó en el horario habitual, seis de la mañana.
Esos cinco minutos de fiaca, se
convirtieron en casi media hora, así que el apuro se apoderó de mí.
Al salir de casa advertí que
lloviznaba, así que apuré el paso, para tomar el colectivo que me transportaría
al trabajo.
A diferencia de otros días y pese al
mal tiempo, éste llegó a horario y para sorpresa encontré un lugar donde
sentarme.
Así que esta historia se desarrolló
en el tiempo, con la que compartí el viaje con aquel hombre, que había subido
delante de mí.
Por el aroma de su perfume importado,
su vestimenta y el caro reloj que lucía,
no eran de las personas que habitualmente estaba acostumbrado a ver en
ese horario.
Al partir mi novia me llamó al móvil
en un horario no habitual, el llamado me sorprendió y al parecer mi
contestación no debe haber sido muy buena.
Así que esa situación y el tiempo dieron
por iniciada una conversación y la presentación.
Era Pedro, que ese día tomaba el
colectivo pues su coche lo había dejado en el service.
La conversación fue tomando cuerpo, así
me convertí en la oreja de un relato, que acompañé con un silencio protector y
cómplice.
… Yo me dijo, tengo todo lo que un ser humano
anhela, casa, coche importado, un trabajo más que importante, viajes por el
mundo, una buena cuenta bancaria, pero luego de unos cuantos años entendí, lo
malo de callar lo que sentimos y el riesgo de perder lo que queremos. “Supuse
palo para mi gallinero”.
Por si te sirve te voy a contar una
historia de juventud.
… Vivía en un barrio del conurbano y recuerdo que los domingos cortaba el césped
del jardín de mi casa, con la excusa de ver pasar a una joven que con toda
naturalidad, pasos cortos, gracia y llena de vida, pasaba con su bolsa luego de
comprar en la panadería.
Iban pasando los días y pese a que
nos mirábamos no me animaba a entablar una conversación.
Un día en la iglesia del barrio
luego de la misa de las once, al salir volvimos a cruzarnos entonces fue la
primera vez que me animé a saludarla.
Esa semana fue un suplicio, esperaba
verla pasar nuevamente rumbo a la panadería,
hasta había ensayado el saludo y como comenzar una conversación, pero no
se produjo el tan esperando encuentro. Una vez más me sentía acongojado.
Aquel sábado los curas habían
organizado una quermese para recaudar fondos, así que todo el barrio estaba
colaborando.
Grande fue mi sorpresa al verla
llegar. La angustia, falta de experiencia y vergüenza me hicieron esconderme
junto a unos amigos que andaban por allí. Era
incomprensible tanta torpeza.
La observaba de reojo, esos cabellos
rubios hasta el hombro y el vestido acampanado floreado me incentivaron para dar
ese paso que tanto ansiaba.
Esa primera charla fue el detonante
de que el corazón se paralizara. El amor había entrado en por la puerta grande.
La ilusión del amor se había hecho presente.
A esta altura, lo observaba en
silencio, notando como su cara se transformaba ante el relato.
… La primera sita fue un domingo a la hora de la
siesta a escondidas. Me parecía haber
tocado el cielo con las manos y el primer beso.
En las eventuales llamadas de teléfono,
imaginaba el lugar donde estaba, sus sentimientos y un futuro juntos.
Pero cierto día un familiar nos vio
de la mano en una tarde de pleno verano, suficiente causa para que sus padres
determinaran que yo no era un partido apropiado, razón por la cual todo
terminó, sin hablar sin despedirnos sin nada.
Hube de enterarme por conocidos de que la habían enviado en un viaje a Italia.
Había pasado un tiempo y en una
oportunidad en unos de esos bailes de carnaval, la vi junto a un muchacho. Mas tarde en la
puerta de un negocio de ropa la volví a ver, pero nuevamente el amor me paralizó,
una vez más dejé pasar la oportunidad. Nunca
más supe de ella.
Busque infructuosamente saber algo
de su vida, aunque más no sea desde el anonimato pues conocía gente vinculada a
su familia, pero las puertas una vez más se cerraban.
La historia quedó en el recuerdo,
como una triste experiencia del amor de juventud, pero esa llama nunca se
apagaba.
Terminé mis estudios universitarios,
forme una bella familia, conseguí casi
todo lo que ambicionaba, pero la historia y el deseo de volverla a ver y saber
algo de ella me perseguía.
A esta altura de mi vida nada era
como antes, sabía bien lo que quería, nada me amedrentaba, no dejaba pasar
ninguna oportunidad ya no era ese joven temeroso, aun así ese pasado que había
dejado escapar me confundía.
Cada tanto volvía a los lugares que
en nuestra juventud habíamos transitado, regrese a la iglesia y a la misa de
once, recorrí las calles pero nuevamente el destino me cerraba las puertas.
La modernidad y los adelantos de la
comunicación me posibilitaron ubicarla, estaba decidido en esta oportunidad de
no fracasar, volverla a ver, saber como le había tratado la vida y confesarle
mis recuerdos. En ese momento el colectivo frenó bruscamente
pues unos coches habían chocado delante nuestro, ese acontecimiento suspendió
el relato.
Por un momento recordé algo de lo
que alguna vez leí de Cortazar que algo así decía: “Amor
mío, no te quiero por vos ni por mí, ni por los dos juntos, no te quiero porque
la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía…” Así que
pensaba cuanto de Ego tenia su historia.
Pasado el momento las cosas
volvieron a la normalidad, pero ya Pedro tenía que bajar y solo atinó a
decirme, cuando la encontré escuche nuevamente su voz, los años habían pasado para ambos pero en mi
interior seguía siendo aquella niña y el primer beso, otra vez el corazón se me
paralizó, pero sabes una cosa: “ella ni
se acordaba de mí”. Que al Pedo la recordé siempre, bueno Chau…
Entonces me repetí varias veces
aquello de…. El que vive de ilusiones, muere de decepciones.
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