jueves, 7 de noviembre de 2013


VIENDO CÓMO LA VIDA SUBE Y BAJA
- La vida sin rollo -
Pancho Rufino Acevedo es uno de esos vecinos que han hecho del barrio su lugar en el mundo 
 
 
La historia de Francisco Rufino Acevedo, que desde hace años desarrolla el arte de reparar cortinas de enrollar
Caminando las veredas del barrio, ensimismados tal vez en vaya a saber qué pensamientos, nos topamos con Francisco Rufino Acevedo, o simplemente Pancho, para todos sus amigos y vecinos. Nacido en Seres, Provincia de Santa Fe, en el año 1941, se afincó en el barrio de Liniers con apenas un año, en Albariño y Patrón, siendo fiel testigo de la evolución y crecimiento de esta populosa barriada del oeste porteño.
En 1968 se casó en la parroquia Ntra. Sra. de Las Nieves con Lidia Pastorino, hoy jubilada docente, afincándose desde entonces en Cossio al 6000.
Y con el ineludible paisaje de Liniers como insoslayable geografía, de pronto los recuerdos se disparan hacia aquellos tiempos, cuando el barrio era bien diferente.
En la esquina en donde hoy está la Pizzería el Triangulo, paraban los carritos de los Helados Laponia y desde Patrón y Larrazabal salían los carros de la Panificación Argentina, el delivery de aquellos tiempos... También pasaron sin permiso por el tamiz del recuerdo el comercio de los Tomaselli, sobre Larrazabal, la fábrica de hielo de los Demarchi, en Tuyú, el cine Canadian en Montiel, la evolución y modificaciones de la plaza Martín Irigoyen que los vio crecer, al igual que el bar de la esquina de Tuyú y Rivadavia, con las paradas de los colectivos 136 (línea oeste) y del 6 y el 1, entre otros.
La cita obligada de la juventud de aquellos años fueron los carnavales y los bailes del colchonero Calvo, en Caaguazú entre Pola y Fonrouge, con palco sobre la vereda y el combinado inmenso con los discos de pasta que obligaba a mover las tabas a todo el barrio.
Pero la historia de trabajo de este habitante del barrio comenzó siendo muy joven. Primero como ayudante en un edificio en Lacarra y Directorio y luego en el arte de arreglar las cortinas de enrollar de las casas, para que suban y bajen amablemente, además de su trabajo permanente en EnTel, donde se jubiló.
Aquellas jornadas de trabajo, Pancho las condimentaban con los encuentros habituales con "la barra del buzón", en Patrón y Albariño.
Ahí las horas pasaban sin necesidad de mirar el reloj, junto a Pochi, Cataldo, Rubén y Rienzi. También, aunque era bastante más chico que el resto de los integrantes, solía acompañarlos quien luego fuera el líder y creador de Memphis La Blusera, el inolvidable Adrián Otero.
Ya con algunos almanaques sobre sus espaldas linierenses, por estos días la historia familiar de Pancho lo lleva de la mano de su nieto Juan Ignacio, de 8 años.
Juntos recorren las calles que lo llevan hasta el Instituto Las Nieves, donde el pequeño asiste a Tercer Grado. El corazón de Pancho lo completan María Lorena, mamá de Juan Ignacio y profesora de Literatura y bibliotecaria, y María Laura -maestra jardinera-. Francisco Rufino Acevedo es otro habitante del barrio que está orgulloso de sus recuerdos, esos que nos acompañarán toda la vida.

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