martes, 3 de febrero de 2009

Carta a un amigo

Las doce campanadas han anunciado el preciso instante que un año más ha pasado.
Seguramente realizarás balances. Es casi seguro que transcurrirán por tú mente imágenes y situaciones vividas, que deseas retener.
Esas experiencias, y los amores que fuiste acumulando a lo largo de tú vida seguramente son tú mayor capital.
La vida es más que un viaje en tren, repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas las cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres. Lamentablemente la verdad es otra. Casi con seguridad ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable.
No obstante, esto no impide a que se suban otras personas que serán muy especiales. Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros maravillosos amores.
De las personas que toman este tren, habrá los que lo hagan como un simple paseo, otros encontrarán solamente tristeza en el viaje, y habrá otros que circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite.
Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento.
Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos.
Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos... pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.
No importa – el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas...
Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo que tengan de mejor.
Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos donde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia. Creo que sí. Separarme de algunos amigos de los que me hice en el viaje será doloroso.
Dejar a que mis hijos sigan solitos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron.
Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el equipaje creciera y se hiciera valiosa. Hagamos que nuestra estadía en este tren sea tranquila, que haya valido la pena.
Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje permanezcan, estoy seguro que tú ya lo has conseguido. Felicidades y gracias por dejarme subir a ese imaginario tren que es tú vida.

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